domingo, 15 de enero de 2017

Informe

Tres poemas inéditos y una prosa autobiográfica de Matilde Casazola



Matilde Casazola, insuperable cantautora, fecunda poeta, extraordinario ser humano, acaba de recibir el mayor reconocimiento del Estado a la cultura y las artes. Dio y da tanto, la autora de Tanto te amé, que cualquier premio hace justicia y aun así seguimos en deuda. Y seguiremos, pues ahora nos regala de manera exclusiva para LetraSiete un revelador texto autobiográfico y tres poemas, todos inéditos.



El martes 20 de diciembre pasado, pocas horas después de que se mandó a imprenta el número 149 de LetraSiete (el anterior), Matilde Casazola fue proclamada Premio Nacional de Cultura 2016. Pocas cosas más merecidas y de unánime beneplácito pasan últimamente.
La mayor cantautora viva de Bolivia -solvente y prolífica poeta, además- dio en estos días casi una decena de entrevistas a diferentes medios, y no creímos posible -en una eventual nueva charla que por supuesto fue considerada- estimularle a revelar algo que no haya dicho ya.
Apelamos entonces a su enorme generosidad -y a la de Gabriel Chávez Casazola, nuestro mediador en Sucre-, le propusimos revisar su archivo y no dudó en mandarnos tres poemas inéditos y una exquisita prosa autobiográfica (¿adelanto de un libro de memorias en ciernes?) que ofrecemos a continuación para hacer justicia al acontecimiento de su galardón, el mayor reconocimiento del Estado Plurinacional de Bolivia a los hombres y mujeres del arte y la cultura.
Escribe el poeta Gary Daher: “A la manera de un registro de sus heridas de alma, Casazola marca cada poema con la fecha en que fue escrito, como una bitácora que anotara los detalles del viaje que le toca vivir, que le sirviese de luminaria”.
Así van, fechados, los tres poemas que nos regala Matilde; uno, contra su costumbre, está titulado -Para Elisa- y viene a tono con las fechas: cambio de año, pasar la página y renovar. Son versos de los años 90 y todo indica que pertenecen a la serie temática.
(Valga un paréntesis para recordar que Casazola tiene publicados más de una docena de poemarios, pero sus escritos -tanto libros acabados, como poemas sueltos- se multiplican y con mucho. Valga recordar, además, que según etapas, momentos… según el estro, sus versos son o “autobiográficos” o “temáticos”).
El amor/desamor, la fe, la naturaleza y el tiempo predominan entre las búsquedas e intereses temáticos de los poemarios de Matilde; y cuando se trata de recorrer su vida, sus sentires, avatares y recorreres, qué duda cabe que estos tópicos cruciales también pueblan sus páginas autobiográficas, esta vez desde la perspectiva personal, confesional. Ahí, al parecer, pertenecen el segundo y tercer poema inédito que ahora leemos. (MZS)


Para Elisa

II

Elisa comía doce uvas
contando las doce campanadas
de aquella medianoche misteriosa
más que ninguna otra, la postrera

del año que se va, pues que cumplía
años en aquel día treinta y uno
de diciembre, San Silvestre, Año Viejo
Año Nuevo que ya nos sonreía.

Y cantaba canciones de su tierra
y era feliz y a todos abrazaba
Elisa, que tan niña parecía
mas que tenía el alma atormentada.

Yo la recuerdo hoy, pues es primero
del enero reciente, aunque pasados
once años de aquel otro treinta y uno
en que viviera Elisa y sus diciembres.

Sus casi siempre eneros! Por la puerta
majestuosa del año que termina,
ella comenzó a ser rosa y espina,
Elisa de Beethoven. Alba incierta.


10 de enero, 1994






Cómo extraño
tus palabras

tus palabras que levantan las arenas
de ciudades empolvadas

tus palabras que despiertan las miradas
de antiquísimas estatuas

tus palabras

con que labras redecillas de corales
albos nácares
que relumbran en tus manos

tus palabras tempestuosas o tranquilas
con que hilas
tanta historia
tus fantásticas palabras que me colman
que me calman

tus palabras
tus palabras,
tus palabras…

Sucre, 30 de noviembre de 2002





Solíamos comer
trozos de luna llena
a manera de rajas de mandarina
o suculentos bollos
hechos por la mano maestra
de mamá.

Sentados en círculo de nubes
y tinieblas azules
comíamos con deleite
esos enharinados trozos.

Después, nos regresábamos
caminando
por el camino largo bordeado de árboles,
nuestras almas revestidas
de claridad
por tiempo innúmero
dichosos, niños nuevamente.


Sucre, noches de luna llena detrás de las nubes de lluvia
19 a 20 de marzo de 2011





La fuga con Alexis

¿Por qué llamar a ese tiempo de mi vida “La fuga…”?

Huía de mí, de los problemas sin resolver, de mi amor imposible, de la monotonía de una ciudad pequeña.

Si bien Alexis era un artista pobre, por el hecho de ser artista, ya era riquísimo. Esto es lo que no saben quienes creen que la riqueza está solamente en la posesión material.

Los artistas contamos con la imaginación, maga inseparable de todo cuadro que algún día podría convertirse en realidad.

¿Por qué los seres humanos amamos la ficción, el teatro, el cine, los mundos contenidos en una pequeña caja? Porque subconscientemente, en esos cuadros ficticios, nos vemos realizados nosotros mismos: nuestras existencias monótonas, grises, nuestra fealdad o el no tener gracia, se convierten a través del protagonista de la historia, y de la historia propiamente dicha, en algo supremamente real en lo que estamos involucrados, aunque el hechizo no dure más de una hora en el tiempo normal.

Alexis y sus títeres y su teatro colorido, eran la fantasía misma.

Cultivábamos amigos semejantes a nosotros, artistas o gente culta, que nos envidiaban secretamente la libertad que conlleva la trashumancia. También, por supuesto, cultivábamos amigos sencillos, de ésos que suele brindar el camino y que son pródigos en generosidad y capacidad de asombro.

Vivimos innumerables historias, unas amenas, otras dramáticas.

Recuerdo ahora una noche que fuimos a ver una ópera en una de las ciudades que visitábamos. La ciudad no era una metrópoli, y la compañía de ópera era alguna que ya no estaba en la primera línea del cartel.

Yo me puse un vestido que me había comprado en alguna tienda de supermercado. Un vestido bonito que quería usar. La función de ópera sería el motivo ideal para hacerlo.
Era un traje color verde claro, que me hacía un poco pálida. Me puse una chalina, una “écharpe” de color marfil, para complementar el atavío.

La ópera que vimos era Rigoletto. El actor cantante que hacía del protagonista, el bufón de la corte, ya había pasado su época de oro. Se lo notaba un tanto afónico. Para colmo de males, en un momento de ira, cuando Rigoletto se ve arrebatado por la crueldad de los cortesanos, el artista golpeó con tal fuerza sobre una pequeña mesa que había en el escenario, que la rompió.

Nosotros, como artistas a la par de él, nos sentimos solidarios en su desdicha personal; salimos de la obra extrañamente doloridos, más que por la ópera en sí, por haber sido testigos de la decadencia de un gran cantante.

Como ésa, muchas historias vividas en compañía de aquel hombre singular.

Ahora todo eso me parece un sueño. Yo tenía veinte años, él treinta y seis, y entonces él parecía ya un hombre maduro; yo, una adolescente.

Amigos me dicen que alguien les ha contado que ha muerto en un país distante.

No sería tan raro. Ahora yo tengo sesenta y tres años, él estaría por los setenta y nueve.

Cuando me di cuenta de que al irme con él, no había sido sólo porque quería explorar el mundo, vivir a plenitud, sino huir, decidí en lo profundo que aquella vida debía tocar a su fin.

Nos separamos, con la vaga promesa de encontrarnos en un año. Él siguió con sus títeres rumbo al horizonte; yo me quedé nuevamente en mi país, para adentrarme en mi propio arte.

Al principio nos escribimos, y luego la distancia fue tejiendo su tela sutil de olvidos, palabras no dichas, rencores ocultos. No volvimos a vernos. Y yo no quise saber nada más de su historia.

Rigoletto, Alexis y el vestido verde.

Correr con los brazos abiertos hacia mundos desconocidos.

Pocha ingenua de los veinte años.

Títeres carcomidos por el tiempo, encerrados en una valija rotosa.

Un hombre muriéndose en su camastro, en una ciudad lejana.

¡Bajar el telón!

Sucre, 2-3 de noviembre de 2006.


*Alexis Antíguez, titiritero argentino, mi excompañero.   

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