martes, 18 de octubre de 2016

Crónica

Crónica desde Alalay. Libros, música
y la sana costumbre de la memoria


Un fin de semana en la X Feria Internacional del Libro de Cochabamba. La Guerra del Chaco como eje, motivo y pretexto; las principales editoriales kochalas, algunos libros y algo más.


Martín Zelaya Sánchez

Jenny Cárdenas entra al pub del centro cochabambino casi a la medianoche. Lleva su guitarra a cuestas. Estuvo todo el día en conferencias, conversatorios y ensayos, y hasta dio un recital con un pequeño ensamble de Música de Maestros, pero, incansable, aún lleva su guitarra a cuestas Entra al pub y canta.
Toca Al teniente Villa, canta al menos media docena de temas más, y cierra, a pedido, con Infierno Verde. Y es que la charla recurrente entre los tertulianos de la mesa -comandados por Luis “Cachín” Antezana y luego la propia Jenny- es la Guerra del Chaco, el eje central de la X Feria Internacional del Libro de Cochabamba en la que todos se dieron cita horas atrás y de la que salieron juntos, bolsas de libros en mano, a continuar la conversa iniciada entre los pasillos y salones del Campo Ferial de Alalay, con el inmejorable aliciente -¡viernes al fin!- de un buen pique macho y sus respectivas cervezas.
Desde el año pasado, cuando asumió la nueva directiva de la Cámara Departamental del Libro de Cochabamba, René Rivera, su presidente, se propuso que además de la exposición y venta de libros, de las presentaciones y coloquios, “era necesario, para una mejor organización, proponer una temática central específica de reflexión y conmemoración, siempre, claro, desde la mirada literaria y cultural”. En 2014 fue la Guerra del Pacífico y este año, la contienda contra Paraguay.

En pos de la memoria
Algunos podrán cuestionar que en un evento en el que el libro y los escritores son los incuestionables protagonistas, se emplee tanto tiempo y recursos en montar una serie de eventos sobre un tema histórico. Visto el impacto que tuvo la idea en el primer fin de semana de feria, en este caso en específico, estos argumentos no cuajan.
“Nuestra planificación parte de cuatro puntos básicos -explica Rivera-: literatura, historia, educación y cultura. Es por eso que además de presentar, comentar o debatir sobre libros, en este caso referentes a la Guerra del Chaco, entre viernes y domingo hubo conferencias en las que expertos abordaron este hecho desde las perspectivas histórica, literaria, social, etc.; pero además, se montó un pequeño museo en el que se exponen algunas piezas pocas veces disponibles para el público”.
En uno de los amplios pabellones del predio de Alalay, un pequeño camión llama la atención apenas cruzar la puerta. Es uno de los cientos de cacharros que a duras penas avanzaban en el monte chaqueño cargando soldados, víveres y municiones. Alrededor, en dos amplias paredes, fotografías y diagramas murales recogen la información básica sobre el conflicto bélico con Paraguay y en un par de largos mesones, están dispersos uniformes y equipamiento que el Ejército boliviano entregó a sus tropas entre 1932 y 1935.
La tarde del viernes, en una de las primeras “Conferencias sobre la Guerra del Chaco”, dialogaron y leyeron sus trabajos Adolfo Cáceres Romero, Mariano Baptista Gumucio y Homero Carvalho, tres conocidos hombres de letras.
“Llorarás cuando mañana / ya de mí nadie se acuerde / porque del Infierno Verde / solo Dios se acordará”, se escuchaba a viva voz, justo al terminar el coloquio. Era Jenny Cárdenas que en la sala contigua empezaba la prueba de sonido para el concierto que ofreció un par de horas después.
La cantautora y socióloga paceña fue una de las protagonistas de la feria, no solo porque presentó la segunda edición (tapa dura) de su monumental Historia de los boleros de caballería, sino porque sus recientes investigaciones se dirigen precisamente a la Guerra del Chaco. Antes de recuperar, interpretar y analizar a fondo estos boleros que, aunque surgieron en la colonia, se asentaron definitivamente en el imaginario nacional durante la guerra, Cárdenas trabajó por varios años en indagar sobre la música en general que surgió con, por y desde aquel conflicto con Paraguay. Fruto de ello son sus obras Música boliviana de la Guerra del Chaco y Homenaje a una generación.
¿Qué es un bolero de caballería?, le preguntamos, y Jenny responde: “es un género musical existente solo en Bolivia. Es una pieza musical melancólica y lenta que -enraizada en una vertiente prehispánica, de yaravíes y otra más criolla, de tristes- tiene una presencia principal en el repertorio de las bandas militares de música”.
Historia de los boleros de caballería, consta de dos libros: el tomo central en el que se desarrolla la investigación, y el segundo en el que se recogen 30 partituras para banda y 52 para piano, muchas de ellas reconstruidas por la autora. Pero además, recogidos en CD, partituras y audio, con selecciones de discos de 78 y 33 RPM.
Además del libro, lo que llevó a Jenny a la Llajta fue, claro, la oportunidad de indagar aún más en un tema en el que tanto trabajó, y de paso difundir sus avances. “Di una charla sobre los boleros de caballería, en la que destaqué su esencial rol, el anclaje que tuvo durante la guerra; di el recital que gustó mucho a la gente, que en su mayoría conocía las cuecas, yaravíes y tristes que cantamos con los muchachos de Música de Maestros, y asistí a varias de las conferencias en las que hubo aportes muy enriquecedores”.

Por los pasillos y stands

Durante el primer fin de semana de feria, en ningún momento dejaron de sonar por los altoparlantes las canciones de Jenny Cárdenas y, algunos boleros de caballería. ¿Cuántos bolivianos mayores de 30 o 35 años podrán evitar conmoverse al escuchar el Terremoto de Sipe Sipe? No creo que muchos. Pero no hubo tiempo de nostalgias, había que ver libros y asomarse de rato en rato a las presentaciones, coloquios y debates.
Avanzando por los pasillos, el primer puesto ineludible es el de Nuevo Milenio. En sus casi 20 años de vida, este proyecto encabezado por Marcelo Paz Soldán logró un catálogo amplió pero sobre todo muy coherente y sólido: rigurosamente planificado y equilibrado.
Punta de lanza desde los inicios hasta hoy es, sin duda, la obra de Edmundo Paz Soldán, y prueba de ello es que una de sus grandes novedades en la feria kochala es el nuevo libro de cuentos de Edmundo: Las visiones, “un libro de los que llegan para quedarse, una colección de relatos sencillamente magistral”, según escribió el crítico español Ernesto Calabuig. Otras de las novedades de Nuevo Milenio son la segunda edición de La doncella del barón cementerio, con la que Eduardo Scott Moreno ganó el Premio Nacional de Novela, y Los regalos, antología del Premio Municipal “Adela Zamudio” que en su reciente versión la ganó Guillermo Ruiz.
En el segundo pasillo, ocupa un amplio espacio Los Amigos del Libro, la legendaria editorial-librería que por varias décadas fue esencial para las letras nacionales. Más allá de algunas novedades de editoriales locales y del exterior, el fuerte de la oferta se concentra en tres anaqueles con decenas de títulos publicados en los últimos 50 años. Hay verdaderas joyas como Chaupi punchaypi tutayarka, de Carlos Medinaceli; los tomos de la Obra completa de María Virginia Estenssoro; El embrujo del oro, de Adolfo Costa du Rels, etc.
A pocos pasos está el stand de Kipus, editorial relativamente nueva, pero que en pocos años se hizo fundamental en Cochabamba y cada vez gana más espacio nacional. Territorios, razas y etnias en la novela boliviana (1904-1952) de Willy Muñoz destaca como la novedad más atractiva. Es un ensayo del reconocido académico que seguramente pasará a formar parte importante de la bibliografía ensayística sobre la narrativa nacional. La edición se enriquece con un lúcido texto introductorio de Cachín Antezana.
No hay que olvidar que además de incorporar a su catálogo a autores como Mariano Baptista Gumucio, Gonzalo Lema y Ramón Rocha Monroy, Kipus “pateo el tablero” en la escena de la literatura regional cuando hace cuatro años lanzó el Premio Internacional Kipus que da un reconocimiento de 20.000 dólares, uno de los montos más altos para un concurso de este tipo en Sudamérica.
Hay decenas de puestos más, muchas casas editoras locales e independientes; como casi no ocurre en La Paz y Santa Cruz, los inquietos autores cochabambinos promocionan su obra ellos mismos en sus propios anaqueles, es el caso de Gaby Vallejo y César Verduguez, entre otros.

Figura
Cada año, la FIL-C rinde tributo a destacados escritores, literatos o académicos. Este año los escogidos son Antonio Terán Cabero y Velia Calvimontes. “Quizás, junto a Eduardo Mitre y Pedro Shimose, uno de los mayores poetas bolivianos vivos”, comenta René Rivera sobre el primero, y “una exitosa narradora que cautivó a generaciones de niños con sus novelas y cuentos sobre Barbirusa”, agrega sobre la segunda.
Hay que concentrarse en el “Soldado” Terán, como apodaron al vate cuando muy joven se incorporó a la segunda generación de Gesta Bárbara; desde entonces, hace más de 60 años, nunca abandonó un sitial privilegiado en la poética nacional.
Escribió Gabriel Chávez Casazola: “No estaríamos, creo, muy descaminados si para aprehender la poesía de Terán Cabero intentáramos un ejercicio y dijéramos de ella que es apremiantemente serena, angustiosamente tierna, dolorosamente gozosa, frágilmente densa o, violentamente dulce. O también viceversa, esto es: serenamente apremiante, tiernamente angustiosa, gozosamente dolorida, dulcemente violenta y densamente frágil”.


Jenny Cárdenas firmó, la noche del sábado 8 de octubre en la sala Werner Guttentag del campo ferial, varios ejemplares de su Historia de los boleros de caballería que acababa de presentar. “Este proyecto, tan complejo, que tanto tiempo y correteos me costó, es el cierre a una obsesión de más de 15 años desde que empecé a investigar la música de la Guerra del Chaco -contó poco después, en el taxi rumbo al restaurante sabatino de turno (¡picante de lengua!, ¡Lapping!)- pero más que todo es la manera con la cumplo una deuda que me impuse con mi papá, excombatiente, amante de la música y a nombre de quien quise hacer un homenaje a una generación”.
Entre medallas, discursos cívicos, rentas nunca justas y demás… no se me ocurre mejor tributo que recuperar esta parte crucial de la historia: la música, la literatura, la esencia de los hombres y mujeres que vivieron y sufrieron el infierno verde. Por eso fue doblemente acertado el enfoque cultural que la CDL de Cochabamba le dio a su mayor evento anual.
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Tres miradas sobre el Chaco

En muy pocas palabras intentamos, a continuación, hacer una síntesis de algunos de los aportes de los intelectuales invitados a las “Conferencias sobre la Guerra del Chaco”, efectuadas en la FIL-C el pasado fin de semana.

Un libro en ciernes
Inquieto investigador y recuperador de arte y cultura como es Mariano Baptista Gumucio ya tiene en manos el borrador del que será su próximo proyecto literario. “Estamos gestionando la edición de un diario de guerra que se mantuvo inédito desde hace ya más de 80 años. Es de René Ballivián Calderón, un empresario y político paceño que publicó varios libros pero nunca se animó a sacar su diario. El libro, que se llamará Tarairí. Diario de campaña de un combatiente de la Guerra del Chaco, está escrito con una admirable prosa y cuenta episodios muy interesantes, como un encuentro del autor con Busch, el drama de los heridos y un homenaje a otro escritor paceño, caído en batalla, Alberto de Villegas”.

Charlas conmovedoras
Confiesa Jenny Cárdenas que quedó muy conmovida con varias de las conferencias, sobre todo con una en la que participaron militares y especialistas paraguayos.
“Hemos visto una nueva manera de acercarnos al tema de la Guerra del Chaco: la de la unidad y conciencia de que no solo nunca hubo enemistad, sino que al final de cuentas, todos fuimos derrotados.
Han sido muchas décadas en las que tanto bolivianos como paraguayos sostuvimos una idea de lo que fue la guerra, casi de una manera repetitiva; sin embargo ahora se abre, a través del acercamiento entre ambos países, un nuevo horizonte que nos conduce a reflexionar sobre los resultados del enfrentamiento, con una clara enseñanza para que nunca, jamás, se vuelva a pensar siquiera en otra posible guerra.
No hubo odio, sino similar sufrimiento, angustia y desesperanza. Y ¿para qué?..., si en el presente el Chaco es el mismo: yermo, agreste, vacío, abandonado. Apenas cesó el fuego -contó un militar paraguayo- en los campos donde reinó el enfrentamiento, los combatientes de ambos bandos dejaron sus trincheras para fundirse en abrazos”.


Desde las letras
Del texto que Homero Carvalho leyó en su mesa de coloquio, destaca este breve fragmento:
“La guerra es uno de los temas recurrentes de la literatura, y la del Chaco fue motivo de novelas, poemas, canciones, ensayos y cuentos creados por escritores de ambos países. Entre los narradores se destacan dos, uno paraguayo, Augusto Roa Bastos y uno boliviano, Augusto Céspedes. Ambos fueron protagonistas de la tragedia.
Al término de la guerra, Augusto Céspedes con un grupo de intelectuales, conmovidos por la tragedia y con un gran sentimiento nacionalista, fundaron un partido político que años más tarde, en 1952, realizaría la llamada Revolución Nacional que ejecutó la Reforma Agraria, y la Nacionalización de las minas y concedió el voto universal entre otras medidas revolucionarias”.


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