Sin distinciones de clase, lejos,
en el
país de la libertad
Como una “novela sociológica” por y desde distintas perspectivas, califica la autora de este texto a La isla trasnochada, de Diego Loayza y Mario Murillo.
Erika J. Rivera
“Sin
distinciones de clase, lejos, en el país de la libertad” son palabras reiteradas en la novela satírica de Diego Loayza y Mario
Murillo titulada La isla trasnochada (Plural,
2016), una obra que despierta un claro interés sociológico.
En ella se entrecruzan varios personajes y
temáticas en un determinado espacio, articulados por un horizonte en común: una
nueva vida muy lejos, fuera de nuestra realidad convulsionada. En el desarrollo
de esta sátira surgirá todo lo contrario a la idea de una comunidad con un
objetivo en común. El texto describe las miradas de los individuos que poseen
los mismos acomplejamientos de siempre, aunque creen ser la élite absoluta de
la sociedad boliviana. La novela nos muestra cómo los privilegiados tratan a
los otros, es decir a los no privilegiados como si estos últimos fueran distintos
e indignos de pertenecer a su grupo social.
Este texto expresa la tensión de nuestra
sociedad escindida entre el mundo moderno como paradigma civilizatorio y
nuestra realidad cotidiana. La trama se centra en cómo los diferentes estratos
se enfrentan a esta realidad: desde la violencia hasta el aislamiento que sin
soluciones estructurales simplemente nos llevan a la decadencia y aniquilación
de nuestra existencia como sujetos íntegros.
Esta novela es una interesante propuesta para
preguntarnos qué tipo de sociedad estamos construyendo. Los autores nos
presentan como personaje central a Janvier Rocha, quien refleja lo que hoy
podríamos llamar el parámetro de un ejecutivo exitoso: el ideal de todos los
que persiguen este modelo de vida. Janvier [sic] posee un cuerpo esculpido, es un
individuo sin barriga, algo muy importante en nuestro tiempo. Este personaje
representa los ideales de progreso y el individuo que es capaz de llevarse el
mundo por delante porque está hecho para la eficiencia y la eficacia en un
mundo de mercado con valores frívolos y consumismo superfluo. Para ese estrato
social este personaje representa el amor propio y el reforzamiento de la
autoestima: gente aparentemente inconformista con metas elevadas que busca el
éxito sin tapujos.
La novela nos provoca una repulsión ética, nos
conmueve y nos interpela tal vez cuestionando nuestra cotidianidad superficial
sin importar la edad, la profesión o el estrato social. Muchos de los problemas
son intergeneracionales y domésticos y forman parte de la cotidianidad que
debemos enfrentar como reflejo del tiempo y el espacio que nos ha tocado vivir.
Después de cinco capítulos de presentación de
los personajes, sus gustos, sus antecedentes laborales y sociales bajo su
aislamiento voluntario en aras de un destino mejor, los miembros de la
pretendida élite de los modernos se dedican a despilfarrar sus recursos en
fiestas bacanales, esperando la llegada de un hipotético convoy que los llevará
a un mejor destino.
La novela nos muestra que cuando se trata de
asumir responsabilidades realmente serias, no existe ninguna comunidad exitosa,
porque nadie quiere ensuciarse las manos. He ahí a los escogidos, los finos,
los privilegiados, que son pintados como parásitos, inútiles y sucios, que en
su elocuencia creen que solo están hechos para faenas administrativas,
logísticas y ejecutivas mientras se hunden en la mugre y la basura.
Es el despliegue de la total decadencia porque
llegan a convivir hasta con las ratas. Es, en el fondo, un estrato social
parasitario que solamente genera basura a través de un consumo masivo y
superfluo. No quieren ensuciarse las manos porque ellos se consideran
superiores, y así terminan conviviendo en la suciedad.
Finalmente esta es una novela sociológica que
trata acerca de la estratificación social del presente (siglo XXI). Muestra los
prejuicios sociales de un sector adinerado, personajes acomplejados que tratan
de probarse a sí mismos que son exclusivos. Es una obra que contribuye a la
comprensión de ciertos sectores como reflejo de lo boliviano, que existen y con
los cuales tenemos que convivir, aunque la constelación global no nos guste.
La gran habilidad de representación de los
personajes nos permite comprender este texto literario pese a que seamos ajenos
a ese entorno social. Es un buen aporte para reflexionar sobre los complejos y
traumas bolivianos, visibilizando además la posible superación de patologías. Esta
construcción crítica entre realidad y ficción es rescatable para la toma de
consciencia y para ponerse a uno mismo en cuestionamiento. Antes de criticar y
exigir al boliviano en abstracto, afirmando que este país y su gente no sirven
para nada, esta novela nos enseña que primero debemos aprender a exigirnos a
nosotros mismos.
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