Giovanna y su novela de “aura gótica”
Hoy se lanza a nivel internacional 98 segundos sin sombra, la nueva novela de la escritora cruceña, ambientada en los años 80 y narrada en primera persona por una adolescente. La autora habla en exclusiva desde EEUU
Martín Zelaya Sánchez
Giovanna Rivero. (Foto: Alexander Torres) |
Sabemos,
porque otras interrogantes llevan a ello, que 98 segundos sin sombra es un retroceso a los años 80, y que está
narrado en primera persona por una intensa y terrible adolescente. ¿No es acaso
suficiente?
Pues
creemos que sí, aunque casi no se puede esperar la llegada a nuestras librerías
de la edición de Caballo de Troya (España) o que alguna editorial local la
reedite pronto para disipar más curiosidades y disfrutar de la lectura.
Mientras
tanto, si algún dato más es necesario, los editores señalan en el texto de
contratapa de la edición que hoy se lanza a la venta en España y Argentina: “Estamos
en la cúspide de la década de los ochenta, Genoveva, la protagonista y
narradora, tiene 16 años, estudia en un colegio de monjas y vive, como ella
dice, en el “Culo del Mundo”, en un pueblo que se ha convertido violentamente
en ciudad y donde la modernización ha llegado de la mano del narcotráfico”.
En
la conversación con la autora cruceña afincada en EEUU, aprovechamos además
para conversar sobre el panorama de las
letras nacionales y los suplementos literarios, a propósito esto último de este
viaje que LetraSiete inicia precisamente hoy.
- Sin saber casi nada de 98 segundos sin sombra, al leer la reseña de la editorial se viene
a la cabeza Jonás y la ballena rosada de Wolfango Montes…
- Me gusta el vínculo, pero creo que aunque ambas
novelas instalan sus relatos en los años 80, en pleno auge de la pichicata como
esquema social siniestro, sus aproximaciones a esa problemática son muy
distintas.
En 98 segundos
sin sombra el enfoque existencial de esa realidad que se yuxtapone y
pervierte la vida de un pueblo lo desarrolla una adolescente, Genoveva, el
personaje central. Pero sí, es posible
que esta novela dialogue con Jonás desde
una distancia temporal, de percepción histórica y generacional, pero sobre todo
desde distintos lugares emocionales.
- Me parece que siempre hay algo de un autor en
cualquiera de sus textos, desde detalles mínimos hasta episodios
autobiográficos. ¿Cuánto de Giovanna hay en la Genoveva que narra en primera
persona?
- Más que reconocer ciertas marcas autobiográficas
prefiero responder a esta pregunta desde la mirada y, quizás, la memoria. Si
bien es cierto que esta novela es una respuesta que gesté durante largo tiempo
a esos años hermosos pero llenos de desazón de mediados de los 80, cuando me
tocó ser adolescente, y por consiguiente pude nutrir el relato con emociones,
sucesos, dramas de entonces, lo que me interesaba conseguir en esta escritura
era, más bien, un viaje inexcusable a esa década.
Recuperar, es eso, recuperar la electricidad, la
música, el dolor, la ingenuidad, el enorme peligro, la muerte lenta de la
izquierda de nuestros padres, el fanatismo religioso híbrido que se mezclaba
con otros fanatismos.
Es decir, más allá de un cierto nivel autobiográfico,
si lo hubiera y en el que además es imposible confiar, lo fundamental es que
esa supuesta y engañosa referencialidad funcione sólo como un recurso para ver
algo más grande y colectivo. Eso es lo que quería y creo que lo he conseguido.
La primera persona es una decisión literaria y
ontológica porque Genoveva, de alguna manera, está casi todo el tiempo
cuestionando el mundo desde su íntima ética en formación.
- Desde tus primeros cuentos hasta tu más reciente
novela se nota que buscas, si no experimentar, sí al menos innovar, explorar
con el lenguaje. ¿Con qué novedades técnicas o estéticas nos encontraremos en
esta novela… por ejemplo similitudes y diferencias en relación a Helena 2022?
- Con Helena
quise, en efecto, jugar a conectar, por medio de muchas prótesis tecnológicas y
“científicas”, un momento que me parece fascinante del nacimiento de la
modernidad, cuando se nos cae el ego al saber que no éramos el centro del
universo, con otro momento de extravío, que se ubica justamente en las
antípodas: saber que no somos el centro del universo ni de nada, ser muy
jóvenes y tener que construir una subjetividad más o menos funcional con esa
“fractura original”.
En Helena
trabajé más en un plano lúdico y es aún una historia incompleta o, mejor dicho,
abierta, a la que le daré continuidad en algún momento.
98
segundos sin sombra está definitivamente en otra
longitud de onda. Si bien en su universo también uno puede toparse con muchas
alusiones a la ciencia ficción que cundió el imaginario popular en los años 80
porque era concomitante con un sentimiento de apocalipsis que entonces era más
festivo que fatal, muy diferente a lo que nos pasa ahora, esta novela se mueve
en un enclave histórico específico y los personajes están, de hecho,
encerrados, asfixiados, por la terrible sensación de que el dichoso futuro
puede tardar mucho en llegar. Creo que hay un aura gótica que cubre este
relato, pero es eso, un aura.
- En relación a la Ganímedes (“una civilización
salvadora”) con la que sueña la protgonista, te hago una pregunta en dos
partes: ¿sigues en la línea de la ciencia ficción? y, tomando en cuenta “tú
Helena”, Iris de Edmundo Paz Soldán, y otros ejemplos ¿será que los escritores
bolivianos se interesan cada vez más en explorar un eventual futuro distópico,
lejos de tratar de desentrañar los problemas políticos y sociales pasados o
actuales, como era casi obligatorio hasta hace tres o cuatro lustros?
- Te respondo comenzando por la segunda parte: La
ciencia ficción es algo que me apasiona mucho, la libertad que le permite al
escritor es magnífica, pero al mismo tiempo un desafío porque uno puede
administrar mal ese bono extra de libertad.
No es fácil nadar en esas aguas. Por eso me parece
súper positivo y prometedor que más escritores bolivianos estén trabajando con
el género y que gente como Iván Prado Sejas, Miguel Esquirol y otros tengan la
voluntad y determinación de pensar sus alcances en nuestro campo cultural.
No creo que esas distopías estén lejos de los
conflictos históricos, o faciliten una fuga, sino que corren paralelos a ellos
e iluminan lo que muchos relatos históricos se han empeñado en ocultar. A veces
el discurso o narración de la llamada “historia oficial” es de por sí una
distopía conveniente porque simplifica o deforma la complejidad de los hechos
“reales”.
Mi última novela no pertenece al género de la ciencia
ficción, pero cuando me lo preguntan y digo “es una novela realista”, siento
que hay algo que me es insuficiente en esa categorización.
Probablemente porque la voz narrativa es la de una
adolescente y ya sabemos que en ese momento, el de la adolescencia, la realidad
se desdobla sin dividirse en apariencias, sino más como si hubiera muchas
dimensiones materiales que el chico o la chica debe afrontar cada día. Una
especie de psicosis temporal que forma parte de ese “adolecer”.
Esa sensibilidad es la que quise construir en esta
novela. Ganímedes, los ovnis, la transmutación y otras alusiones forman parte
de las desaforadas promesas políticas, religiosas y emocionales que tensionan a
los personajes.
- Igual que vos, varios jóvenes autores bolivianos
están publicando y son reconocidos en otros países. ¿Será que al fin se abren
al mundo las puertas de la “encuevada literatura boliviana”?
- Definitivamente sí. Esto no significa que ahora el
camino será fácil, pero creo que radicalizarnos en un pesimismo cómodo no lleva
a ninguna parte. Hay que seguir empujando esa puerta.
Aparte de los propios libros que se van haciendo
camino en otras esferas, creo que la crítica, por pequeña que sea, puede hacer
un trabajo significativo. El modelo argentino de retroalimentación cultural es
un ejemplo de éxito: genera conversación, exigencia, criterios serios y
creíbles de lectura y calidad y va armando un “capital” compacto que respalda
al escritor.
- Con esta entrevista inauguro un nuevo suplemento. ¿Según
vos, qué rol juegan los suplementos, las revistas literarias hoy en día, en
tiempos de la web, en relación a su papel hace dos o más décadas? ¿Tienen aún
esperanza frente a los blogs el Facebook… qué deben cambiar, innovar para ser todavía
útiles?
- Evidentemente,
no sólo las revistas o suplementos literarios han debido cambiar
vertiginosamente, sino el periodismo escrito en su totalidad. Hace dos décadas
el lector pensaba que en sus páginas podía encontrar la verdad absoluta, salvo
casos de control político, claro, cuando esa verdad se teatraliza.
La
virtualidad ha modificado todo. Pienso ahora en una carta que Almodóvar le
escribió a Rajoy recordándole que la violencia de las calles podía ser documentada
y narrada por cualquier ciudadano que tuviera un celular, que no se confiara,
pues ahora era imposible atrapar una sola edición de las cosas.
Podríamos,
entonces, volcar esa premisa y decir que la esperanza de los suplementos
literarios reside en cuán penetrante y creativa pueda ser la mirada con la que
hacen la edición de lo que ocurre contradictoria e imparablemente.
La edición
y el discurso que coloca algo en la escena y cómo eso incide en la realidad, es
ese el valor diferencial que uno como lector navegante busca. Si el Facebook o
los blogs están repitiendo las mismas cosas, los mismos elogios o críticas fragmentarias,
necesitamos que los suplementos se atrevan a abrir otras ventanas.
--
Sobre la escritora
Giovanna Rivero (Santa Cruz, Bolivia, 1972) obtuvo el Premio
Nacional de Literatura de Santa Cruz, en 1996, por el volumen de cuentos Las
bestias y el Premio Nacional de Cuento Franz Tamayo, en 2005, por Dueños de la
arena.
Participó del International Writing Program ofrecido por la
Universidad de Iowa en el semestre del otoño de 2004. Actualmente concluye un
doctorado en literatura hispanoamericana en Universidad de Florida. Ha
publicado los libro Contraluna y Sangre Dulce, Tukzon y Helena 2022.
Narraciones suyas figuran en diversas antologías, como El
futuro no es nuestro (Eterna Cadencia, 2009), Schiffe aus feue, compilada por
Michi Strausfeld (Alemania, 2010). Figura entre “Los 25 secretos literarios mejor
guardados de Latinoamérica” seleccionados por la Feria Internacional del Libro
Guadalajara 2011.
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