jueves, 27 de febrero de 2014

Cafetín con gramófono

Hojas volantes


Omar Rocha presenta y argumenta el quid de esta columna con la que hoy se suma al plantel de colaboradores de LetraSiete.



Omar Rocha Velasco / Literato

Cafetín con gramófono era el lugar en el que un grupo de jóvenes se reunía para hacer la revista literaria Gesta Bárbara en Potosí; allí, al son de tangos, foxtrot y apurando vasos de té con té se urdía uno de los mayores regalos que la generación de principios del siglo XX le hizo a la literatura boliviana.
Esta columna quiere valorar esas hojas volantes que son las revistas literarias y ocuparse de ellas, prestar atención a la minucia: folletines, afiches, avisos, etc.
Durante finales del siglo XIX y principios del siglo XX,  éste fue el medio por el que circularon las más importantes ofrendas literarias, románticas, modernistas y pre vanguardistas que produjeron los bolivianos.
La mayoría de los escritores que tuvo alguna obra importante fue parte de una revista o publicó algún folletín. Estas hojas viejas nos dan a conocer textos inéditos, nos dan pautas de los inicios, las preocupaciones, las ideas estéticas y políticas, los debates, etc., de escritores como Ricardo Jaimes Freyre, Manuel José Tovar, Ricardo Bustamante, Josefa Mujía y Carlos Medinaceli, por citar solamente unos cuantos.
La riqueza es incalculable, desde los nombres de las revistas (El duende, La abeja literaria, El estudiante, La floresta, La alborada, El álbum literario, El escarabajo, La tijera, Gesta Bárbara, etc.), pasando por la diagramación, el lenguaje, las humoradas y las agudezas; sin olvidar las problemáticas presentes en la época (emergencia de grandes ciudades, construcción de la nación, la pérdida del mar, las relaciones internacionales, etc.). 
Las “páginas volantes” y revistas son un material valioso, no sólo en términos históricos, sino estéticos y literarios; algunas tuvieron una larga vida, otras murieron en su primer número, sin embargo, el impulso se mantiene y pervive hasta nuestros días, cuando somos testigos de la aparición de revistas y “pasquines” virtuales a los que vale la pena prestarles atención.
Se trata de retomar algunas intenciones e inicios de trabajos nobles y plausibles, pero que quedaron sin realizarse plenamente. Conocemos, por ejemplo, el pedido que Santiago Vaca Guzmán hizo a sus colegas “escritores”, hacia 1864, para que le mandaran cualquier material literario (“incluidas revistas y hojas volantes”), porque quería emprender un recuento histórico de la literatura boliviana:

“Ojalá sean tan jenerosos los escritores de mi país que me dispensen el apoyo que de ellos solicito (...) Para la realizacion de mis propósitos reclamo tan solo los medios de cooperacion que para mayor intelijencia detallo en seguida:

A. Remision por cada escritor de todo cuanto hubiese producido hasta el presente y produjere en lo sucesivo.
B. Envío de noticias biográficas del mismo, detallando los acontecimientos políticos que lo estimularon á actuar en ellos.
C. Reseña de las publicaciones periódicas en la que cada escritor colaboró (...)
D. Donacion de cuantos folletos y otras publicaciones bolivianas pudiese disponer (...)
E. Noticias tan circunstanciadas como sea dado obtener de nuestros hombres públicos arrebatados por la muerte hasta el presente”. [Sic.]

Conocemos también los afanes de “papelista” en los que Gabriel René Moreno gastaba su vida apasionada y pendiente del papel más insignificante producido en el país. Sabemos de esas “manías” de Carlos Medinaceli por andar buscando revistas viejas, ocasionando “quebraderos de cabeza” a él y a su familia por meterse con tanto “papel viejo”, pero también disputándose las talegas de periódicos viejos con las caseras que querían envoltura para sus productos.
Y sabemos, casi como un mito o cuento fantástico, de la biblioteca que logró obrar y miniaturizar Ismael Sotomayor, aquel jorobado que poseía las ediciones más inusitadas y los papeles más inverosímiles sobre la ciudad de La Paz.

A retomar, entonces, el gesto; habrá que cultivar cierta anacronía, cierta “intempestividad”, cierto desfasaje con el tiempo que nos corresponde, pero al mismo tiempo nos devuelve a él a través de oscilaciones que transcurrirán también por otros ámbitos geográficos. 

1 comentario:

  1. Muy buen tema, y que bien que hayan corregido en el blog el error de la edición impresa (que jalaba parte del texto sobre Saer del primer número)

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