Hojas volantes
Omar Rocha presenta y argumenta el quid de esta columna con la que hoy se suma al plantel de colaboradores de LetraSiete.
Omar Rocha Velasco / Literato
Cafetín con gramófono era el lugar en el
que un grupo de jóvenes se reunía para hacer la revista literaria Gesta Bárbara
en Potosí; allí, al son de tangos, foxtrot y apurando vasos de té con té se
urdía uno de los mayores regalos que la generación de principios del siglo XX
le hizo a la literatura boliviana.
Esta columna quiere valorar esas hojas
volantes que son las revistas literarias y ocuparse de ellas, prestar atención
a la minucia: folletines, afiches, avisos, etc.
Durante finales del siglo XIX y
principios del siglo XX, éste fue el
medio por el que circularon las más importantes ofrendas literarias,
románticas, modernistas y pre vanguardistas que produjeron los bolivianos.
La mayoría de los escritores que tuvo
alguna obra importante fue parte de una revista o publicó algún folletín. Estas
hojas viejas nos dan a conocer textos inéditos, nos dan pautas de los inicios,
las preocupaciones, las ideas estéticas y políticas, los debates, etc., de
escritores como Ricardo Jaimes Freyre, Manuel José Tovar, Ricardo Bustamante,
Josefa Mujía y Carlos Medinaceli, por citar solamente unos cuantos.
La riqueza es incalculable, desde los
nombres de las revistas (El duende, La
abeja literaria, El estudiante, La floresta, La alborada, El álbum literario,
El escarabajo, La tijera, Gesta Bárbara, etc.), pasando por la
diagramación, el lenguaje, las humoradas y las agudezas; sin olvidar las
problemáticas presentes en la época (emergencia de grandes ciudades, construcción
de la nación, la pérdida del mar, las relaciones internacionales, etc.).
Las “páginas volantes” y revistas son un
material valioso, no sólo en términos históricos, sino estéticos y literarios;
algunas tuvieron una larga vida, otras murieron en su primer número, sin
embargo, el impulso se mantiene y pervive hasta nuestros días, cuando somos
testigos de la aparición de revistas y “pasquines” virtuales a los que vale la pena
prestarles atención.
Se trata de retomar algunas intenciones e
inicios de trabajos nobles y plausibles, pero que quedaron sin realizarse
plenamente. Conocemos, por ejemplo, el pedido que Santiago Vaca Guzmán hizo a
sus colegas “escritores”, hacia 1864, para que le mandaran cualquier material
literario (“incluidas revistas y hojas volantes”), porque quería emprender un
recuento histórico de la literatura boliviana:
“Ojalá sean tan
jenerosos los escritores de mi país que me dispensen el apoyo que de ellos
solicito (...) Para la realizacion de mis propósitos reclamo tan solo los
medios de cooperacion que para mayor intelijencia detallo en seguida:
A. Remision por cada
escritor de todo cuanto hubiese producido hasta el presente y produjere en lo
sucesivo.
B. Envío de noticias
biográficas del mismo, detallando los acontecimientos políticos que lo
estimularon á actuar en ellos.
C. Reseña de las
publicaciones periódicas en la que cada escritor colaboró (...)
D. Donacion de
cuantos folletos y otras publicaciones bolivianas pudiese disponer (...)
E. Noticias tan
circunstanciadas como sea dado obtener de nuestros hombres públicos arrebatados
por la muerte hasta el presente”. [Sic.]
Conocemos también los afanes de
“papelista” en los que Gabriel René Moreno gastaba su vida apasionada y
pendiente del papel más insignificante producido en el país. Sabemos de esas
“manías” de Carlos Medinaceli por andar buscando revistas viejas, ocasionando
“quebraderos de cabeza” a él y a su familia por meterse con tanto “papel viejo”,
pero también disputándose las talegas de periódicos viejos con las caseras que
querían envoltura para sus productos.
Y sabemos, casi como un mito o cuento
fantástico, de la biblioteca que logró obrar y miniaturizar Ismael Sotomayor,
aquel jorobado que poseía las ediciones más inusitadas y los papeles más
inverosímiles sobre la ciudad de La Paz.
A retomar, entonces, el gesto; habrá que cultivar cierta anacronía, cierta
“intempestividad”, cierto desfasaje con el tiempo que nos corresponde, pero al
mismo tiempo nos devuelve a él a través de oscilaciones que transcurrirán
también por otros ámbitos geográficos.
Muy buen tema, y que bien que hayan corregido en el blog el error de la edición impresa (que jalaba parte del texto sobre Saer del primer número)
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