sábado, 28 de febrero de 2015

Cafetín con gramófono

La cigarra mágica


Una revista de cultural artística, de corte marxista, en plena época de las dictaduras militares.


 Omar Rocha Velasco


La cigarra mágica fue una revista que tuvo la intención de liderar un movimiento cultural involucrando a varios leguajes y varias expresiones artísticas, por eso se concibió como una “revista vestida de periódico”.
El centro de documentación en el que encontré la revista tiene tres números (estoy casi seguro que son los únicos que salieron), el primero salió en noviembre de 1977, el segundo en mayo de 1978 y el último en julio/agosto de 1979.
La dirección en el primer número fue colectiva: José Roberto Arze, Pedro Sánchez y Rafael Oriana. En el segundo número los directores fueron José Roberto Arze, Rafael Archondo y Rafael Oriana. El tercer número lo dirigieron sólo José Roberto Arze y Rafael Oriana.
El texto que inicia la revista plantea de sopetón una perspectiva combativa, “estamos arrojando una piedra en los cristales de lo que se supone cultura nacional”.
El contexto era adverso para cualquier iniciativa artístico/cultural pues se vivía un desfile militar cruento que alternaba en la silla presidencial (un dato al respecto: cada número de la revista salió con un presidente distinto, Banzer, Pereda y Padilla); hablar de “cultura nacional” estaba de moda, se intentó por todos los medios construir y forzar la mirada para imaginar una sola Bolivia, una “cultura nacional”, etc. Ahora sabemos que los desmentidos fueron costosos, insistentes y constantes.
Los fundadores de la revistas fueron conscientes de que no se trataba de estrellarse contra la cristalería entera: “no se trata de armarse caballeros y embestir contra todo y contra todos ni de ser los más corrosivos y anárquicos negadores del legado espiritual, de los legados arquetípicos y de los aportes auténticos a nuestra cultura (…) No somos iconoclastas que decapiten a los iconoclastas de ayer, para erigirse nuevos vicarios de las musas…”.
Los componentes se consideraron trabajadores de la cultura más que artistas o creadores. El arte para ellos era una crítica de la realidad y por eso se debía al pueblo y era para el pueblo, el artista, por ende, tenía el deber de luchar por la transformación social. Los trabajadores de la cultura “usufructúan” o “crean” y frente a esas alternativas ellos pretendieron elegir la segunda. Relacionaron el primer ámbito con el “santo oficio” y las “academias” (¿alusión velada a la dictadura ya que estaba en juego su vida?).
Los artistas y escritores se concebían como aquellas personas que debían tener un rol activo en la sociedad, involucrándose en sus problemas y no reservándose para una élite intelectual. Según esta perspectiva el artista no creaba “para” el pueblo sino “desde” el pueblo.
Uno de los aspectos centrales de la revista fue la creación del comité promotor del “Primer Encuentro Nacional de los trabajadores del arte y la cultura”, este comité se guió bajo el principio de que los artistas no actúan en función del placer estético y tienen la necesidad de reunirse para defender los “aspectos positivos de la tradición cultural del país que se ve amenazada por intereses foráneos”.  
Los que firmaron como parte de este comité en febrero de 1978 fueron: Silvia Mercedes Ávila, José Roberto Arze, René Bascopé Aspiazu, Ramiro Cuentas, German Gutiérrez, Jaime Nisttahuz, Guido Orías, Eduardo Nogales, Víctor Prado, Humberto Quino, Ronald Roa y Félix Salazar Gonzales.
En el número 3 salió publicada la declaración del encuentro al que convocaron; destacan algunas ideas fuerza de ribetes marxistas:

·                    Los artistas no producen bienes suntuarios para deleite de pocos, su obra cumple su cometido cuando el receptor es partícipe activo: se sensibiliza, se apasiona, se conmueve, cambia.
·                    El arte vincula con la vida, con lo cotidiano.
·                    La deshumanización y la alienación están “oficializadas” hay que luchar contra ellas.
·                    Lo nuevo es la consolidación de las raíces, cultivarlas y proyectarlas creativamente es hacerlas universales.
·                    No puede haber arte que se sustraiga a factores ideológicos.
·                    Arte por el arte = máscara evasiva.
·                    La obra trasciende el autor y se convierte en patrimonio social.
·                    El país es capitalista, dependiente y atrasado, el compromiso histórico del artista es la transformación de esa realidad.


La cigarra mágica fue un esfuerzo que en la década del 70 seguramente puso en peligro la vida de colaboradores y directores, más allá de un entusiasmo un compromiso, una militancia y una confianza en la capacidad transformadora de la palabra… en fin, una revista vestida de periódico.

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