lunes, 16 de febrero de 2015

Cafetín con gramófono

Humus Literario


Reseña de una de las célebres revistas concebida por Humberto Quino; un prototipo de las publicaciones de número único.



Omar Rocha Velasco 

Muchas revistas nacen y mueren en el primer número, esa condición efímera amplifica y exacerba lo que es una “hoja volante” y su función simbólica.
Una revista se sostiene en un impulso que se convierte en acto, es un gesto que concretiza su materialidad en unas cuantas hojas. Esta es una de las razones que hace que las revistas literarias no sean el objeto de estudio preferido de los investigadores, el libro es más importante y goza de más prestigio porque las hojas volantes son de difícil acceso, obedecen más al fragmento que a la totalidad, son efímeras, su aparición es discontinua y su circulación limitada.
Uno de los más grandes impulsores de revistas que fueron del número uno al número uno, o que en un solo volumen contuvieron, de una vez y para siempre, la serie que va del uno al cien, es Humberto Quino Márquez.
Como una rara avis del abanico que generalmente se cita como revistas comandadas y dirigidas por este gran poeta (Papel Higiénico, Tiro al Aire, Dador, Camarada Máuser, etc.) encontramos Humus Literario, revista cuyo primer y único número salió a la luz en diciembre de 1972.
Por esas páginas alternan también Mónica Vera, Armando Paco Gareca y Alberto Rojas, y el número va ilustrado con dibujos de Carlos Romero.
Fue una revista de tendencia “rupturista”, y como tal las palabras iniciales las recogen de Jean Paul Sartre: “hablar es actuar (…) toda cosa que se nombra ha perdido su inocencia”; esa jauría estuvo convencida del poder de la palabra y su capacidad transformadora:

HUMUS es PUEBLO
HUMUS es COMPROMISO
HUMUS es la VOZ de los sin VOZ
HUMUS es ICONOCLASTA e IDEOCLASTA
HUMUS es la insurrección en la literatura
HUMUSESLAINSURRECCIONENLALITERTURA

Fue una revista muy crítica con el medio literario. Habló de las “mafias y roscas literarias” que se ocupan de monopolizar los medios y ahogar cualquier intento de rebeldía. ¡NO ACEPTAMOS EL DOMESTICAMIENTO!, dice Humberto Quino enfáticamente y con mayúsculas.
La revista plantea el “realismo vitalista” como horizonte de lucha y creación (es inevitable pensar en Roberto Bolaño y el real visceralismo; no es difícil imaginar a los perros románticos de Quino, aunque ellos mismos se autodenominan bichos raros, andando por las calles paceñas mascullando el real vitalismo y a los perros románticos que anduvieron por las calles del DF mascullando el real visceralismo).
Los “vitalistas” creían que se podía resolver la separación de algunos pares dicotómicos: vida y obra, contemplación y acción, creación y denuncia, etc.
La rebeldía desbordante adquirió la forma de los manifiestos vanguardistas que no se cansaban ni guardaban de denunciar, inquirir y cuestionar:

INSURGIMOS contra la tradicional irresponsabilidad del escritor dominguero (…)
INSURGIMOS contra los grupículos letrados que fabrican “literatura” para consumo de “inocentes o de crápulas” (Julio Cortázar).

La insurgencia literaria de Humus aunaba literatura y “problemas que afligen a la sociedad”. Para este movimiento real vitalista, la pseudo literatura era la que se alejaba de la denuncia permanente.
La figura de creador literario (artístico en general) que promovía esta revista era la del “testigo” que luego daba cuenta de lo que había visto u oído, “siento la risa loca del desharrapado” (Armando Paco Gareca).
Humus Literario quiso aplastar la figura del escritor como un “señorito” tocado por las letras, planteó que la literatura era una especie de síntoma de la sociedad y que debía acercarse a lo que es una herejía en el mundo religioso.
Las revistas canalizan cuestionamientos estéticos, políticos y éticos a tradiciones arraigadas, promueven un cambio, un remozamiento de lo que está dado, se constituyen en espacios de expresión de “sensibilidades nuevas”, no solo en el ámbito artístico y literario, sino en la sociedad en su conjunto, así como lo hizo Humus Literario.


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