Canto general
Crónica y primicia. De cómo se musicalizó la obra poética de Neruda, y de cómo estas piezas se escucharán en Bolivia.
Pablo Mendieta Paz
Mikis Theodorakis, compositor griego nacido el 29 de julio
de 1925 (célebre por ser autor de la banda sonora original de Zorba el griego, adaptación fílmica de
la novela de Nikos Kazantzakis), partió a Chile en 1971 invitado por el Gobierno
de Salvador Allende.
En aquella época, Theodorakis vivía exiliado en París y era
presidente del “Frente Patriótico”, una agrupación política que luchaba contra
la dictadura en Grecia. Ya en Chile tomó contacto con Pablo Neruda, un
combatiente de alma cuya fecunda obra entrañaba en él los principios
revolucionarios de libertad, independencia y democracia.
Luego de un concierto en Valparaíso, un grupo de músicos
chilenos se acercó al compositor para hacerle conocer una serie de poemas de
Neruda musicados por ellos. Seducido por las melodías, las armonías y el juego
rítmico que exteriorizaban esas creaciones -de mucha semejanza con la Cantata Santa María de Iquique (que él
admiraba mucho)-, el músico les prometió que en el transcurso de un año les
presentaría, con música, el décimo poemario de Neruda, Canto general.
Una vez que Allende lo recibió, le confió el proyecto y el
Presidente, ferviente admirador de la obra del poeta, se entusiasmó y marcó él
mismo los poemas que a su juicio serían los más apropiados para ser adaptados.
De regreso a París, y respetando las recomendaciones de
Allende, Theodorakis comenzó sin demora la puesta en música de los poemas Amor América, Vegetaciones, Algunas bestias,
Vienen los pájaros, Libertadores, América insurrecta, Voy a vivir y A mi partido.
En el ínterin, sin embargo, el trabajo político de
resistencia contra el régimen de los coroneles en Grecia, dirigido desde París,
y las obligaciones artísticas que reclamaban al músico griego en tres
continentes, acaparaban toda su atención, por lo que le resultaba tarea
intrincada escribir las partituras del material melódico del Canto general.
Apremiado por tales compromisos musicales, Theodorakis
escribió a Yannis Didilis, único músico que conocía a fondo su producción, y le
pidió que dejara Grecia y viajara a reunirse con él en París. Una vez que
Didilis estudió con detalle la propuesta del artista griego, concluyó en que
veía, como primera medida, la necesaria inclusión de otros músicos a la
orquesta popular, así como la contratación de los cantantes Maria Farantouri,
Arja Saijonmaa y Petros Pandis.
Durante los tres siguientes meses, Didilis redujo todo el
trabajo al piano, y elaboró, frases por frase, las partes de los músicos. Su
faena, supervisada por Theodorakis, resultó rica en ritmos populares
americanos, pero extraños y “anormales” para los ejecutantes de la orquesta
popular, quienes tuvieron que asimilarlos de corazón, por puro oído. De ese
modo se concluyó en definitiva el arduo trabajo que hacía menos de un año había
resuelto producir el músico griego.
Theodorakis inició los ensayos trabajando en principio Amor América, tema cantado por
Farantouri; Voy a vivir, por Pandis; Vegetaciones y Vienen los pájaros, por Saijonmaa, y luego el programa completo.
En percepción de que sería una excelente forma de valorar el
alcance del trabajo, Theodorakis decidió, en un viaje previsto con anterioridad
a Israel y Buenos Aires, presentar informalmente algunas de sus canciones por
separado, proceso vital para medir el efecto de su música en la improvisada
concurrencia. El escaso y escogido público la aplaudió dando vítores.
De regreso a París, y con todo el grupo musical ya reunido,
invitó a Neruda a escuchar en un estudio su obra florecida con la música de
Theodorakis. Acompañado por Matilde, su “ráfaga de rosal”, su “amor de otoño”,
su “presente y futuro”, se recogió tranquilamente en una esquina del estudio y
siguió los ensayos durante buena parte de la noche.
Al día siguiente, Theodorakis recibió una invitación de
Neruda, a la sazón embajador de Chile. Durante la cena se percató, por la
conversación del poeta, que había quedado más que conforme con su trabajo.
De pronto cogió una edición de su obra y escribió con lápiz
una dedicatoria para Theodorakis, que rezaba: “Desearía que usted tuviera,
todavía, la gentileza de componer la música sobre estos poemas, a fin de que la
obra resulte completa, redonda”. Trazó unas cruces al costado de los títulos.
De esa manera nacieron las músicas de Emiliano
Zapata, Lautaro y Sandino.
En el verano de 1973, Theodorakis inició una gira por América
del Sur. En pleno periplo, de improviso y aduciendo motivos personales, la
solista finlandesa Araja Saijonmaa de exquisita voz, y versátil en su
repertorio, se alejó del grupo y fue reemplazada por Aphroditi Manou, cantante
de vigorosa y dúctil voz, quien retomaría las canciones del surco Algunas bestias, primero, y
posteriormente las otras creaciones.
Contratados para presentar Canto general en el Luna Park de Buenos Aires, los boletos se agotaron para toda una semana. Sin embargo,
Neruda, tal como le había adelantado en una comunicación a Theodorakis, no
llegó a las presentaciones.
Inmediatamente después de los conciertos, el compositor
telefoneó al poeta de Parral. Estaba en Isla Negra. Fue la última vez que
Theodorakis escuchó su voz. “Nuestra obra ha gozado de rotundo éxito. El
público ha reclamado por usted; ¿por qué no ha venido?” “Debo guardar reposo
por el endiablado reumatismo, pero le prometo estar la semana próxima en el
estadio de Santiago. Leeré uno de mis poemas…”.
Neruda creía tener reumatismo, pero sufría de una avanzada
leucemia que hacía presumir lo peor. La siguiente etapa de la gira era Chile.
Theodorakis, ansioso por la salud del poeta, y por cumplir con el compromiso adquirido
antes en ese país, apresuró la partida; pero la situación política era
incontenible y al final tuvo que cancelar las presentaciones. La orquesta se
trasladó a Venezuela, su siguiente destino, donde se enteraron del golpe de
Estado en Chile, y días después, ya en México, de la muerte de Neruda.
En el invierno europeo de 1973/74, Mikis Theodorakis elaboró
el arreglo orquestal de Canto general.
Trabajando sobre las siete primeras partes, y ensayando todas las
posibilidades, se decidió por una versión con dos coros, dos pianos, tres
guitarras, un contrabajo, seis percusionistas y un trío de flautas traversas.
Ya bajo la estructura de una orquesta mayor, Canto general fue interpretado infinidad
de veces en Francia, Suecia, Bélgica, Nicaragua, Cuba, Finlandia, Estados Unidos,
Argentina, Bulgaria, Chile, y por supuesto en Grecia, luego de la caída del
régimen de fuerza.
Canto general fue
el triunfo de mayor resonancia en la carrera de Theodorakis, y marcó la cúspide
de todo el talento creativo del compositor; cuyo mayor anhelo en cuanto a ella,
ha sido y es que pueda ser puesta en escena en todos los escenarios posibles
del mundo.
Tomando al pie de la letra la aspiración del compositor,
conviene dar a conocer que el coro boliviano Vox Corde, ya resuelto un dilema
presentado en el orden de su programación, ha decidido para este año presentar
en estreno la cantata navideña de su director, Aleluya pastores, y para 2016, con el valioso patrocinio de
entidades superiores y el concurso de otros coros, orquesta y solistas,
estrenará en Bolivia, en adhesión a los principios revolucionarios que hicieron
posible el retorno a la democracia de muchos países de América, el décimo
poemario Canto general, de Pablo
Neruda, con música de Mikis Teodorakis, obra eminente en la historia de la
poética y el arte musical universales.
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