lunes, 16 de febrero de 2015

De arte y artistas

Miguel Alandia Pantoja

Una reseña general de vida y obra del gran muralista potosino, a propósito de una muestra homenaje efectuada en La Paz.



Pedro Querejazu Leytón

Es común que durante los meses del inicio de cada año las exposiciones de arte sean más bien colectivas y de baja calidad, como la de arte en pequeño formato, relacionada con las Alasitas, o las del tema festivo del carnaval.
Por eso comento una exposición de homenaje a este artista, que se realizó en el Museo Nacional de Arte entre el 10 y el 26 de octubre pasado.
La exposición presentó ocho obras originales y 35 reproducciones. Entre las originales se exhibieron: el mural Radiodifusión (1962), del Banco Central de Bolivia; Mineros I y Mineros II (1957); Imilla (1960), y cuatro litografías originales con el tema de los mineros, de reciente adquisición por el Museo Nacional de Arte.
Entre las reproducciones se presentaron en dimensiones reducidas los murales: Hacia el mar, del Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos; La educación, del Monumento a la Revolución Nacional; los de cabecera y fondo del salón auditorio de la sede de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, FSTMB, (demolida en 1980) y La historia de la medicina, 1957, del Hospital Obrero, todos en La Paz, además de otras originalmente hechas en formato de caballete.
La exposición que comento ha sido muy importante porque ha contribuido a refrescar la memoria en el imaginario colectivo sobre la importancia y el valor de este artista dentro del arte boliviano.
Miguel Alandia Pantoja nació en Catavi - Potosí, en 1914 y falleció en Lima - Perú, en 1975 en el exilio, durante la dictadura militar de Banzer.
Fue un artista autodidacta que se inició como dibujante caricaturista. Como tal participó en los primeros salones nacionales de caricatura realizados en los años antes y después de 1930. Sus trabajos se expusieron junto con los de Emiliano Luján, Arturo Borda, Víctor Valdivia y otros renombrados artistas.
Participó en la Guerra del Chaco como combatiente. Cayó prisionero de los paraguayos y estuvo como tal por más de un año hasta la finalización del conflicto. Posteriormente volvió a su tierra y se vinculó con el activismo político en defensa de los derechos de los indígenas, y más tarde con los de la clase obrera, en especial con los mineros. Fue militante del Partido Obrero Revolucionario (POR) y dirigente de la FSTMB.
Tras la guerra se vinculó con el movimiento artístico del indigenismo, cercano e influido por la obra de Cecilio Guzmán de Rojas, Mario Yllanes, Manuel Fuentes Lira y numerosos otros.
Su obra de madurez, aunque con estilo propio y personal, estuvo influida por la estética de la pintura de los artistas de la revolución mexicana, especialmente por la de David Alfaro Siqueiros. Su estilo es muy sobrio. Su gama cromática es de colores intensos y vibrantes, aunque con clave baja.
La temática de su obra fue siempre el hombre de la tierra, el trabajador de la tierra y el obrero. Sus representaciones, dentro de la figuración realista, tuvieron siempre una marcada estilización, originada en el indigenismo, con referencias formales al cubismo de Fernand Leger, y con un sentido grotesco y caricaturesco usado especialmente para denigrar a los militares, gamonales terratenientes y capitalistas.
Sus pinturas de interior mina son particularmente valiosas. Fue uno de los artistas y pintores más radicales en su lenguaje temático y plástico dentro de los llamados “Pintores sociales” del arte boliviano.
Su producción de pintura de caballete fue realizada al óleo sobre lienzo, pero más frecuentemente sobre cartón prensado. Este artista desarrolló una técnica pictórica propia para realizar la pintura mural usando en general, aunque no siempre, grandes paneles de cartón prensado o conglomerado de madera, sobre estructura de madera adosada a los muros, sobre los cuales pintaba con pinturas al duco o acrílicas, añadiéndoles textura matérica con el uso de aserrín junto con la pintura.
En ocasiones pintó murales directamente sobre los paños de muro, ya fuesen de adobe o ladrillo enlucidos con estuco, como los dos de la FSTMB, en La Paz.
Entre 1943 y 1970 pintó numerosos murales en Catavi, La Paz y Lima, siempre en edificios públicos (varios de los cuales fueron lamentablemente destruidos, como el del Palacio de Gobierno en La Paz). Este artista expuso su obra en varias ciudades y lugares de Bolivia, en las ciudades capitales más importantes de América Latina, y en Europa.
Fue acreedor a una mención de Honor en la Primera Bienal de México, en 1958 y en Bolivia se le otorgó el Gran Premio Nacional de Pintura en 1960.
Es preciso decir que aún está pendiente una gran exposición retrospectiva que muestre toda la dimensión de su trabajo, tanto mural como de caballete, su obra gráfica y dibujística; quien ha venido trabajando sobre la vida y obra de este artista es Carlos Cordero Caraffa.

Hermano menor de Miguel fue Óscar Alandia Pantoja, que cambió su nombre artístico y usó su apellido materno, por lo que ha sido conocido siempre como Óscar Pantoja (Oruro, 1924 – Tarija, 2008). Siendo también de ideología de izquierda, siguió caminos distintos a los de Miguel, tanto en política como en el arte, que desarrolló dentro de la abstracción lírica. Fue uno de los grandes pintores de la “Generación del ‘52” dentro de los llamados “Pintores abstractos”. 

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