Miguel Alandia Pantoja
Una reseña general de vida y obra del gran muralista potosino, a propósito de una muestra homenaje efectuada en La Paz.
Pedro Querejazu Leytón
Es común que durante los meses
del inicio de cada año las exposiciones de arte sean más bien colectivas y de baja
calidad, como la de arte en pequeño formato, relacionada con las Alasitas, o
las del tema festivo del carnaval.
Por eso comento una exposición de homenaje a este
artista, que se realizó en el Museo Nacional de Arte entre el 10 y el 26 de octubre pasado.
La exposición presentó ocho obras originales y 35
reproducciones. Entre las originales se exhibieron: el mural Radiodifusión (1962), del Banco Central
de Bolivia; Mineros I y Mineros II (1957); Imilla (1960), y cuatro litografías originales con el tema de los
mineros, de reciente adquisición por el Museo Nacional de Arte.
Entre las reproducciones se presentaron en dimensiones
reducidas los murales: Hacia el mar,
del Ministerio de Relaciones Exteriores y Cultos; La educación, del Monumento a la Revolución Nacional; los de
cabecera y fondo del salón auditorio de la sede de la Federación Sindical de
Trabajadores Mineros de Bolivia, FSTMB, (demolida en 1980) y La historia de la medicina, 1957, del
Hospital Obrero, todos en La Paz, además de otras originalmente hechas en formato
de caballete.
La exposición que comento ha sido muy importante porque
ha contribuido a refrescar la memoria en el imaginario colectivo sobre la
importancia y el valor de este artista dentro del arte boliviano.
Miguel Alandia Pantoja nació en Catavi - Potosí, en 1914
y falleció en Lima - Perú, en 1975 en el exilio, durante la dictadura militar de
Banzer.
Fue un artista autodidacta que se inició como dibujante
caricaturista. Como tal participó en los primeros salones nacionales de caricatura
realizados en los años antes y después de 1930. Sus trabajos se expusieron
junto con los de Emiliano Luján, Arturo Borda, Víctor Valdivia y otros
renombrados artistas.
Participó en la Guerra del Chaco como combatiente. Cayó
prisionero de los paraguayos y estuvo como tal por más de un año hasta la
finalización del conflicto. Posteriormente volvió a su tierra y se vinculó con
el activismo político en defensa de los derechos de los indígenas, y más tarde
con los de la clase obrera, en especial con los mineros. Fue militante del
Partido Obrero Revolucionario (POR) y dirigente de la FSTMB.
Tras la guerra se vinculó con el movimiento artístico del
indigenismo, cercano e influido por la obra de Cecilio Guzmán de Rojas, Mario
Yllanes, Manuel Fuentes Lira y numerosos otros.
Su obra de madurez, aunque con estilo propio y personal,
estuvo influida por la estética de la pintura de los artistas de la revolución
mexicana, especialmente por la de David Alfaro Siqueiros. Su estilo es muy
sobrio. Su gama cromática es de colores intensos y vibrantes, aunque con clave
baja.
La temática de su obra fue siempre el hombre de la
tierra, el trabajador de la tierra y el obrero. Sus representaciones, dentro de
la figuración realista, tuvieron siempre una marcada estilización, originada en
el indigenismo, con referencias formales al cubismo de Fernand Leger, y con un
sentido grotesco y caricaturesco usado especialmente para denigrar a los
militares, gamonales terratenientes y capitalistas.
Sus pinturas de interior mina son particularmente
valiosas. Fue uno de los artistas y pintores más radicales en su lenguaje
temático y plástico dentro de los llamados “Pintores sociales” del arte
boliviano.
Su producción de pintura de caballete fue realizada al
óleo sobre lienzo, pero más frecuentemente sobre cartón prensado. Este artista
desarrolló una técnica pictórica propia para realizar la pintura mural usando
en general, aunque no siempre, grandes paneles de cartón prensado o
conglomerado de madera, sobre estructura de madera adosada a los muros, sobre
los cuales pintaba con pinturas al duco o acrílicas, añadiéndoles textura
matérica con el uso de aserrín junto con la pintura.
En ocasiones pintó murales directamente sobre los paños
de muro, ya fuesen de adobe o ladrillo enlucidos con estuco, como los dos de la
FSTMB, en La Paz.
Entre 1943 y 1970 pintó numerosos murales en Catavi, La
Paz y Lima, siempre en edificios públicos (varios de los cuales fueron
lamentablemente destruidos, como el del Palacio de Gobierno en La Paz). Este
artista expuso su obra en varias ciudades y lugares de Bolivia, en las ciudades
capitales más importantes de América Latina, y en Europa.
Fue acreedor a una mención de Honor en la Primera Bienal de
México, en 1958 y en Bolivia se le otorgó el Gran Premio Nacional de Pintura en
1960.
Es preciso decir que aún está pendiente una gran
exposición retrospectiva que muestre toda la dimensión de su trabajo, tanto
mural como de caballete, su obra gráfica y dibujística; quien ha venido
trabajando sobre la vida y obra de este artista es Carlos Cordero Caraffa.
Hermano menor de Miguel fue Óscar Alandia Pantoja, que
cambió su nombre artístico y usó su apellido materno, por lo que ha sido
conocido siempre como Óscar Pantoja (Oruro, 1924 – Tarija, 2008). Siendo
también de ideología de izquierda, siguió caminos distintos a los de Miguel,
tanto en política como en el arte, que desarrolló dentro de la abstracción
lírica. Fue uno de los grandes pintores de la “Generación del ‘52” dentro de
los llamados “Pintores abstractos”.
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