Tres libros, tres autores, tres propuestas
La Feria del Libro de Santa Cruz, es un excelente pretexto para provocar a la lectura de lo más reciente de la producción literaria nacional. Va una trica de opciones detalladas y recomendadas por sus propios autores.
Martín Zelaya Sánchez
¿Qué tienen en común un epistolario, una novela y un libro
de cuentos? ¿Qué tienen en común Mariano Baptista Gumucio, Wolfango Montes y
Magela Baudoin?
En apariencia, nada: ni el género o el estilo de los libros;
ni la generación, procedencia o tradición literaria de los autores; ni la casa
editorial o el día de lanzamiento…
Valga esta advertencia para que quede claro, de entrada, que
esta es simplemente una arbitraria selección de tres prometedoras obras, a modo
de sintetizar, a la distancia, algo de los mejor de la Feria Internacional del
Libro de Santa Cruz en actual desarrollo.
Selección arbitraria, quizás, pero no aventurada. Hablamos
de Cartas para entender la historia de
Bolivia, un magnífico epistolario –que va en su segunda edición a tres
meses de salir la primera- compilado y trabajado por Baptista Gumucio, uno de
los más prolíficos e incansables investigadores bolivianos; Los faroleros, nueva novela de Montes,
uno de los autores más leídos del país, cuya principal carta de presentación es
su obra maestra Jonás y la ballena rosada,
parte de las 15 novelas fundamentales de Bolivia; y La composición de la sal, colección de cuentos de Baudoin,
precedida de elogiosos comentarios nada menos que de Giovanna Rivero, una de
las cumbres de la literatura boliviana actual.
De eso trata esta nota: de tres libros, tres autores, tres
propuestas… tres sugerencias, en fin, de lectura; tres apuestas seguras.
Pensando en brasileño
Apenas llegó de Brasil, donde reside hace ya más de dos
décadas, Wolfango Montes se dio una vuelta el pasado domingo por el campo
ferial cruceño y fue ahí donde le sorprendió la llamada telefónica de
LetraSiete desde La Paz. Cuenta entonces -mientras camina entre pasillos y
stands, de pronto hojeando algún libro-
los detalles de su nueva novela.
- ¿Es Los faroleros
un thriller, un policial… cómo
describiría y resumiría su nueva novela?
- Es una novela de suspenso que linda con el terror. Un grupo de señores maduros que pertenecen a
una “fraternidad” son víctimas de diferentes escándalos y hasta de asesinato.
Existe algo o alguien que quiere el mal de esos señores.
La investigación construye esta novela, donde un personaje
importante es un brujo moderno… un boliviano, misterioso, con poderes
extraños. La principal sospechosa es una
joven fascinante, maligna, seductora y peligrosa.
- Entiendo que la trama se mueve entre Bolivia y Brasil.
Tantos años viviendo en el vecino país, ¿siente que ya parte de su
idiosincrasia es “brasileña”… se refleja eso en sus escritos?
- No puedo librarme de la influencia de Brasil. Me esfuerzo en hablar castellano, en pensar
en castellano, pero el ambiente se manifiesta de una u otra forma, desde la
aparición de lusitanismos en mi escritura, hasta una sutil forma más brasileña
de ver la realidad.
Creo que vivir en un país que no es el tuyo puede
enriquecerte, si incorporas la visión propia del lugar con la tuya; tienes más
de un lente para ver la realidad.
- Me animo a decir que, por su profesión, gran parte de su
narrativa enfatiza en la exploración del interior, la mente, el espíritu de los
personajes. ¿Qué reflexiona al respecto?
- El psiquiatra y el novelista viven en comportamientos
estanques, pero uno influye en el otro. El novelista tiene acceso a centenares
de vidas que lo ayudan a construir personajes, el psiquiatra puede volverse
menos formal, depender menos de teorías y encarar la vida con una óptica más
natural, dejar los filtros del psicoanálisis, de la Gestalt, etc.
El arte de la intriga
Experimentada comunicadora, empedernida lectora y puntillosa
escritora, Magela Baudoin lanza una propuesta que gira en torno a un elemento
esencial para la Tierra, para la vida, para la humanidad, y por lo tanto de
inmejorables facultades metafóricas: la sal.
- Qué común denominador, en lo temático o estilístico tienen
los 14 relatos de La composición de la
sal.
- Este libro es una metáfora de la sal como elemento vital
que aviva los sabores y las heridas. En él, la sal se cuela en los intersticios
de la memoria, unas veces con ternura y otras con crueldad, a manera de amor,
de desilusión o de nostalgia.
Esto es quizás lo que más me interesa del cuento como
aparato literario y lo que he tratado de transmitir: su capacidad de síntesis
de las emociones más complejas. El arte de la brevedad y la condensación, que
termina siendo como la punta de una saeta envenenada de humanidad.
- Por los comentarios de los lectores iniciales, intuyo que,
sin que ello signifique descuidar el fondo, pone mucho énfasis en el estilo, en
la técnica a la hora de construir sus cuentos…
- Creo firmemente que la literatura es el arte de tramar, de
urdir, de intrigar, como dice el dicho: con premeditación y alevosía. De manera
que sí, le concedo gran importancia al cómo, no solo al qué. ¿O no contamos mil
veces la misma historia los escritores?
El viaje de Ulises, el amor imposible de Romeo y Julieta, la
búsqueda de Orfeo, la creación de la vida artificial del Dr. Frankenstein, el
desdoblamiento del alma de Jekyll y Hyde, el ansia de poder de Macbeth, el
pacto con el demonio de Fausto... ¿Dónde está, entonces, el arte? Para mí, en
el cómo.
- ¿Lee más cuento que otros géneros? ¿Cuánto influyen sus
lecturas a la hora de escribir?
- Leo muchísimo cuento, pero también novela. Ahora mismo
tengo en la mesa de trabajo, que no es la misma que la mesa de luz, a Onetti,
Fonseca, MacGahern, Dinesen y unos cuentos inéditos de Giovanna Rivero que
estoy disfrutando mucho.
Pero también a varios novelistas como Burguess (que tengo
meses leyendo porque es fenomenal)
Fresán, Aníbal Jarkowski, Rodrigo Hasbún
o Edmundo Paz Soldán. Soy terriblemente desordenada, leo uno en medio
del otro. Un cuento, el capítulo de una novela y el de otra. Pero leo con papel
y lápiz, anotando. Si me preguntas, más que escribir, el verdadero oficio está
en leer. Entonces, de alguna manera, uno se convierte en lo que lee y allí va
incubando su voz propia.
A vuelta de correo
Más de medio siglo de prolífica trayectoria en la
investigación histórica y cultural, permitieron a Mariano Baptista colectar una
abundante y valioso material epistolar, fundamental para entender mejor, y
desde perspectivas inéditas, la historia de Bolivia y los bolivianos.
- Hay de todo, desde Bolívar, y Sucre, hasta amas de casa y
ciudadanos comunes, pasando por presidentes de la república, intelectuales o
figuras públicas. El material es muy amplio y heterogéneo y está ordenado
cronológicamente, pues no hay otra manera de sistematizar tan diversos textos.
- Para que el futuro lector se antoje, ¿qué piezas
recomienda?
- La primera misiva es una en la que Cristóbal Colón cuenta
a los reyes de España cómo es el Nuevo Mundo. Luego hay correspondencia entre
Bolívar y Sucre, una emotiva súplica de una monja a Sucre en la que le pide que
la libere porque está encerrada en un claustro a la fuerza, una carta que en
los años 70 me envió René Zavaleta Mercado y en la que reflexiona sobre el
futuro del MNR.
Después, puedo mencionar también la carta en la que
Melgarejo le pide dinero a un empresario chileno por las concesiones con las
que lo favoreció y otra en la que Alcides Arguedas le cuenta a la mujer de José
Ballivián las circunstancias de la muerte de éste.
- Los epistolarios, como pocos otros géneros, pueden brindar
un retrato cabal de las sociedades, en sus espacios geográficos y ciclos
temporales. ¿Será que esta riqueza se pierde en tiempos de internet?
- Precisamente, hice este libro como un tributo a este
género que ya se acabó, que no tiene esperanzas, pero que fue crucial para el
conocimiento y transmisión de la historia de la humanidad en los últimos 6.000
años.
Hoy en día, en tiempos del teléfono celular, la gente perdió
no sólo el hábito de escribir, sino hasta la sensibilidad para contar algo y
hacerlo bien, en estilo, gramática y ortografía.
--
(Fragmento de un cuento de La composición de la sal)
Magela Baudoin
Llegaron al edificio, estropeado pero aún elegante y,
comiéndose el ascensor de largo, subieron tomados de la mano por unas gradas
oscuras, en las que el sol no daba y donde se había acumulado un aire a humedad
tan rancio que Celia comenzó a estornudar. Atracaron agitados en el sexto piso,
determinados casi a dar media vuelta, cuando la refulgente luz de una
habitación inundó el pasillo, dejando a la vista el contorno de una anciana
encorvada, con un matojo ceniciento en la cabeza. La mujer llevaba unos
anteojos grandes y la envolvía un perfume a marihuana muy perceptible.
Entraron, movidos más por curiosidad que por interés, a un claro sitio de
paredes amarillas, cuyos muebles Art Decó de los años veinte parecían puestos
allí para una fotografía. Sillas sinuosas, de líneas retorcidas; mesas con
patas de aluminio y sofás de cuero con almohadones de piel de cebra, componían
el aura de un museo moderno, demasiado posado, pensaste, para ser un lugar
habitable. La mujer, que ya vista en la luz portaba una inmensa peluca floja,
tenía entre los dedos un porro que iba aspirando, mientras anunciaba el precio.
Los faroleros
(Fragmento)
Wolfango Montes
La abrazó y su
cabeza le pareció muy pequeña. Había perdido todo el cabello, se lo había
cortado al rape. Era como si le hubieran robado el alma, la habían transformado
en otra persona, o mejor, en una subpersona, en una pajarraca desplumada.
Donatien no entendía qué había pasado, hasta que Yenka, entre sollozos, se lo
fue explicando. Claro que demoró mucho. Hablar mientras se solloza es como
intentar andar con los pies amarrados o dentro de una bolsa como en esos juegos
infantiles. Así, de salto en salto verbal, se enteró que su primo, después de
que ella se durmió, agarró una tijera y como un apache cayó sobre el enemigo y
le robó el scalp. En realidad no
había sido tan cruel como un apache, no le había cortado el cuero cabelludo,
había sido clemente. La calmó, sabía cómo calmar a una mujer, la serenó sin
hacer uso de técnicas eróticas, sino con técnicas humanas.
Cartas para entender la historia de Bolivia
La quema del Palacio de Gobierno (1875)
(Fragmento de una carta de Daniel Calvo a su esposa)
“Estoy bueno y sano pero es porque Dios ha querido hacerme
renacer diez veces hoy día. Hemos triunfado sobre los bandidos después de un
combate espléndido de ocho horas. Eduardo está tan bueno como yo. A las 11.15
comenzó un ataque furioso al Palacio donde vivíamos. Se organizó trabajosamente
la resistencia, pero en fin, los valerosos jóvenes ocuparon sus puestos y
muchos los sostuvieron con heroísmo.
A las dos de la tarde nos tomaron la casa del Policía frente
al Palacio; el combate desde entonces fue de una vereda a otra, entretanto que
por la catedral nos arrojaban sábanas incendiarias a los techos…
Valoraciones
- Giovanna Rivero sobre La composición de la sal
“Me gusta el cuento
invisible que levita sobre cada cuento ‘fáctico’ de este libro de Magela
Baudoin. Bebiendo de las tradiciones anglosajona y rusa de cuento, Baudoin sabe
cómo desarrollar un relato doble, e incluso triple, que bebe, al mismo tiempo,
de la vida -casi en el modus narrandi de Alice Munro (narradora canadiense
premio Nobel de Literatura 2013)”.
- Roger Otero sobre Los faroleros
“Esta fascinante novela de suspenso, cuyas tramas se
desarrollan en Bolivia y Brasil, captura el
interés en la lectura con la misma adrenalina de un especialista al
desactivar una bomba de tiempo. Wolfango
Montes, uno de los escritores bolivianos más connotados de nuestra época,
publica una deslumbrante novela que narra cómo, a fin de no quedarse sin la
herencia de su tía, un joven hedonista de nuestro siglo se adentra en un mundo
oscuro de perversión, sadomasoquismo, venganza y hechizos”.