Actas fantasma
Un texto para leer y releer. Un texto para disfrutar dos o más veces.
Alan
Castro Riveros
Las
actas fantasma son una serie de fantasmagorías que aparecen muy rara vez en la
historia del universo. De hecho, su paso es tan rápido y responde a variables
tan concretas y nimias, que solo hablar de las actas fantasma ya es una
banalidad de marca mayor -por lo menos para algunos que no dejan de hablar de
ellas y de su apariencia, cuando todos sabemos que son invisibles. Y el que
quiera buscarle tres pies al gato, sabrá.
Lo
grave de las actas fantasma precisamente va por ahí, pues estos fantasmas son
terriblemente dañinos y se pueden quedar en la mente de aquellos que consideran
a las actas fantasma como verdaderos fantasmas (cuando sabemos que los
fantasmas no son verdaderos sino fantasmas) durante años. Son peligrosos porque,
al no tener una forma definida más que la de pantallita o papelito escrito (en
el que puede estar escrito cualquier cosa que se nos ocurra), puede convertirse
en una historia de fantasmas manipulables salidos de la propia psique de quien
osa acercarse a leer lo que está escrito en un acta fantasma. Además, siempre
está escrito algo. Cualquier cosa podría ser. Claro que aquellos que ven a los
fantasmas como verdaderos fantasmas generalmente ven escritas cosas como: yo
digo, no te rindas, nos uniremos en contra del frente, paranoia, lucha ducha y zarandajas
por el estilo. Y si tales chirigotas vienen escritas en un documento oficial,
bueno... Tal el peligro de las actas fantasma. Pues si los fantasmas vienen con
credenciales es más fácil creer que son verdaderos.
He
ahí, por ejemplo, uno de los ridículos detalles que debe haber en un universo
en el que aparecen de pronto actas fantasma: tiene que tener por lo menos un
mundo en el que exista cierto flujo de unos bichos plastificados llamados
credenciales, que no son otra cosa que las mismas actas, solo que encarnadas
como pruebas personales de identidad. Pero no basta con que en tal mundo haya
credenciales -porque las credenciales son apenas un juego de niños-, sino que
tiene que darse una situación propiamente juvenil de duda de identidad social
para crear las condiciones propicias para que la gente exija credenciales a
todo el mundo, en vista de que la identidad se ha hecho trizas. Y claro... en
ese momento aparecen las actas fantasma.
En
una racha colectiva de actas fantasma, los adolescentes son los más afectados,
pues el problema de la identidad es la que a ellos más atañe. Muchos de ellos
pensarán que su identidad es la de luchadores a muerte contra las actas
fantasma, y en el futuro capaz que anden pidiendo carnets, títulos, licencias,
brevets, actas de nacimiento, de defunción, de matrimonio, de bautizo y, si la
enfermedad es terminal, de afiliación a un club.
Esto
se debe a creer que las actas fantasma son verdaderos fantasmas. Y la cosa
todavía sigue... Los afectados por su paso -que no se limitan a la gente agitada
hormonalmente, sino también a guagualones, bullangueros, despistadas y
población en general- pueden derivar en un miedo tal a perder la identidad, que
ellos mismos podrían dedicarse a crear actas fantasma para hacer pasar por verdaderos
fantasmas. Para lograr su cometido, lo primero que hacen es denunciar que esas
actas que están ahí son precisamente actas fantasma. En seguida afirman que
alguien ha hecho esas actas fantasma para hacerlas pasar por verdaderos
fantasmas. Y listo. Con eso ya queda probada la verdad del acta fantasma. Es de
no creer. Y todo este bodrio tiene una lógica perfecta en la mente del mundo
que percibe las actas fantasma.
Las
secuelas a un ataque de actas fantasma pueden ser duraderas. Por ejemplo, si
una vez que las actas fantasma ya han pasado (y además pasan rápido) y la gente
sigue hablando de ellas como si nada, entonces estamos fregados. Los afectados
van a estar día y noche hablando de las actas fantasma, tratando de explicar
que son verdaderos aunque sean fantasmas y hacen aparecer no solo actas
fantasma, sino certificados, obras, novias, amigos, casas, viajes y hasta hijos
fantasma. Inmediatamente, de allí derivan no sé qué millones de pequeñísimos delirios
descabellados que solo las actas fantasma saben crear. Debido a que las actas
fantasma necesitan condiciones muy específicas de puerilidad para aparecer en
un sistema social divergente -como es la humanidad-, si llegan con fuerza y se
hacen las importantes son capaces de crear condiciones aún más banales y
ridículas; lo cual, lamentablemente, podría llevar a la extinción del hijo del
Hombre.
En
remotas civilizaciones, un ataque de actas fantasma solo podía resolverse con
el cruel asesinato de algún desorientado al que se acusaba de haber creado
todas las actas fantasma habidas y por haber. En tiempos menos violentos,
aunque igual de prehistóricos, este sacrificio humano es simbólico y basta con
un escarnio público transmitido por satélite a diferentes aparatos de
comunicación. Los expertos dicen que eso es excesivo, pues para combatir esta
zoncera, basta con hacer circular un acta fantasma que tenga escrito su propio
nombre en plural, a modo de vacuna.