3600, dos años diversificando
el mercado editorial paceño
Portada de Periférica Blvd., uno de los libros icónicos de la editorial 3600. |
¿Qué objetivos persigue esta joven casa editora? ¿Cómo espera destacar en un mercado cada vez más complejo? ¿Qué la distingue de otras y qué iniciativas propone para ampliar el número de lectores e incentivar la mejora de la calidad de los autores locales?
Martín Zelaya Sánchez
Para decirlo en números: dos años de vigencia; 55 libros: 11
de cuentos, nueve novelas, seis de ensayo, uno de entrevistas. 10 libros
infantiles, 17 poemarios y una novela gráfica.
Para decirlo en nombres: Adolfo Cárdenas, uno de los mejores
narradores paceños; Matilde Casazola, emblemática poetisa y cantautora, y Juan
Pablo Piñeiro, uno de los más destacados escritores bolivianos de la última
década.
Para decirlo en títulos: Periférica
Blvd., la novela boliviana más vendida en los últimos lustros, y Cuando Sara Chura despierte, la obra
literaria más reciente entre las incluidas en la Biblioteca Boliviana del
Bicentenario, acaso el más ambicioso canon de libros nacionales.
Pero hablar de la editorial 3600 es mucho más que esto.
Luego de más de una década como parte de Gente Común, Marcel Ramírez tomó un
nuevo rumbo y a inicios de 2013 conformó un nuevo equipo editorial. Así surgió
3600, una ambiciosa iniciativa que en poco más de 24 meses está ya consolidada
por méritos propios en el panorama editorial-literario paceño y nacional.
No es fácil publicar -en nuestro medio, sobre todo, e
incluso en muchos países de la región- a razón dos o más obras por mes y además
-en esto hay que hacer énfasis- tomarse el trabajo de seleccionar
cuidadosamente cada título y autor. Ese es el espíritu de 3600.
Esta semana se recuerdan dos años del proyecto, aunque, a
decir verdad, todo empezó mucho antes. Marcel recuerda cómo a inicios de los 90
fundó Nuevo Milenio junto a los hermanos Paz Soldán, y a fines de esa década Gente
Común junto a Ariel Mustafá.
Con estos antecedentes surge esta renovada empresa, el 19 de
febrero de 2013 cuando el logotipo definitivo de 3600 se colocó en el primer
libro: Forasteros en Flores, la
edición XXXIX del Concurso Nacional de Literatura “Franz Tamayo”.
“El motivo de ser de la editorial -cuenta- siempre fue la
difusión de voces de la literatura boliviana dentro del país. Es decir, el
objetivo principal es dar la oportunidad al público nacional de conocer tanto a
autores consagrados como a nuevas voces”.
La esencia, la
diferencia
Pero si hay algo en lo que Ramírez quiere hacer énfasis es
en la selección del catálogo y en el trabajo cuidado, minucioso y honesto en
cada libro. “Me interesa ante todo la calidad, es por eso que si los directores
de cada colección no aprueban un libro, sea del autor que sea, este no sale”,
asegura.
Willy Camacho, director de la Colección Narrativa de 3600,
comenta: “con el auge de las autopublicaciones, el lector se enfrenta
actualmente a una oferta enorme, de modo que hoy más que nunca las editoriales
deben ser referentes confiables. No se trata de publicar solo autores
consagrados, sino de seguir promocionando escritores jóvenes, pero ayudándolos
a pulir sus textos (a unos más, a otros menos), para que sus libros no
desentonen (en términos de calidad literaria, no estilísticos ni estéticos)”.
Es por eso que aunque montar de la noche a la mañana una
editorial independiente con estructura e infraestructura propias es casi
imposible, Ramírez quiso dotar a su proyecto del mayor rigor posible y logró la
valiosa colaboración de un equipo de especialistas que –aunque no en oficina,
no con relación contractual formal- encabezan tres departamentos editoriales,
en las áreas en las que 3600 tiene alcance.
Junto a Camacho, trabajan Claudia Pardo, en la Colección
Poesía y Mariana Ruiz en la Colección Literatura Infantil y Juvenil.
“Si en algún momento -continúa Willy- sobre todo durante la
pasada década, hubo editoriales que aceptaron acuerdos “especiales” de
publicación (el autor pagaba parte, o incluso el total, del dinero requerido
para la impresión), creo que esto ocurre cada vez menos, pues las editoriales
bolivianas, para subsistir en un mercado global y descontrolado, necesitan
distinguirse por la calidad de sus catálogos”.
En criterio de Pardo “las editoriales deben ser responsables
de lo que publican y tomarse el trabajito de editar y exigir una labor rigurosa
con los textos. Eso es muy sano para los jóvenes que están comenzando a
escribir”.
Y eso es lo que buscan y privilegian en 3600. Es así que la
función de Pardo consiste en “generar publicaciones y espacios de difusión para
nuestra colección de poesía. La parte dura del trabajo es conseguir títulos de
calidad. Así también estamos trabajando en construir espacios de difusión, en
los que se pueda compartir poesía”.
Uno de estos espacios –muy importante-, es la revista 88
grados, proyecto medular de 3600, sobre el que Marcel dice:
“88 grados surge como una necesidad de tener un espacio de
crítica y reflexión literaria, accesible y comprensible. Sin embargo, viendo
que otros proyectos similares no han logrado tener continuidad, o se presentan
en formatos más informales, el principal objetivo de la revista es llegar a
trascender. Lleva un año de publicaciones, habiendo interactuado con bastantes
escritores y críticos bolivianos”.
Al buen estilo de conocidas casas editoras europeas o
estadounidenses –y en condiciones abismalmente diferentes- 3600 quiso crear de
manera paralela a su aparato editorial un ala de difusión y contacto con el
lector con el interés específico de generar más lectores e incentivar el gusto
y curiosidad por lo que se escribe y edita hoy en día en Bolivia. Es decir, no
se trata solo de generar oferta en libros, sino de trabajar porque cada vez
haya más gente que los consuma… más lectores bolivianos.
--
Willy Camacho: “Los
libros pasan por filtros y un pulido final”
- ¿En qué consiste tu
labor como director de la Colección Narrativa?
- Soy una especie de “último filtro” para tomar la decisión
de publicar o no un texto. Mi deber es leer los textos que llegan a la
editorial y determinar, bajo criterios estrictamente literarios (que por
supuesto son subjetivos), el potencial de un libro.
Esto parece una cuestión de mercado más que de literatura,
pero es necesario para mantener el nivel que nos exigimos. Hay libros que
tienen mucho potencial (por su argumento, sus recursos técnicos, su profundidad
reflexiva, su propuesta estética, etc.), pero que necesitan trabajo de edición;
entonces, mi deber es hacer observaciones (a veces duras) para que, si el autor
acepta, se realice el “pulido” final.
Luis Carlos Sanabria y yo trabajamos en la edición de los
textos que la editorial ha decidido publicar. Este trabajo, en algunos casos,
demanda varios meses, y en otros, un par de semanas. Es una labor que se
realiza codo a codo con los autores, siempre respetando sus criterios.
- ¿Cómo evalúas, a
partir de esta experiencia, la situación de la narrativa nacional actual?
- Creo que nuestra narrativa no es mejor ni peor que la del
resto del mundo, pero es evidente que la mayoría de los nuevos escritores
(todavía inéditos), pese a tener ideas interesantes y novedosas, no manejan con
solvencia recursos y técnicas narrativas.
Para solucionar esto, es imprescindible que haya talleres
narrativos, donde escritores como Adolfo Cárdenas, Homero Carvalho o Giovanna
Rivero (por citar algunos ejemplos de una larga lista de autores con mucho
oficio) compartan experiencias y conocimientos.
- ¿Te animas a
destacar dos o tres libros de Narrativa de 3600… cuáles y por qué?
- Aunque suene a muletilla de editor, creo que todos los
libros publicados hasta el momento tiene sus virtudes particulares, por lo que
destacar unos cuantos sería injusto. Sin embargo, si me animo a mencionar Madrid-Cochabamba. Cartografía del desastre,
de Claudio Ferrufino-Coqueugniot y Pablo Cerezal, que publicaremos el próximo
mes y que presenta decenas de textos breves, en los que resulta evidente el
pulcro trabajo de lenguaje logrado por los autores.
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Claudia Pardo: “Se
publica más poesía, pero poca de calidad”
- Imagino que en
estos dos años leíste muchos poemarios… muchísimos más, seguramente de los que
al final editaron. ¿Cómo evalúas, a partir de ello- la situación actual de la
poesía boliviana?
- No sé si podría hablar de la “situación” porque no tengo
una visión del panorama nacional, sino más bien local. Como sabes, en la
mayoría de los casos las editoriales de cada región editan a sus poetas.
En ese sentido, podría decir que las publicaciones en el
género de poesía han ido aumentando paulatinamente porque también se ha
diversificado el trabajo editorial. Sin embargo, muy pocos trabajos destacan
por la calidad. A los autores no les gusta recibir críticas ni editar su
trabajo, por tal motivo, la calidad de las publicaciones es muy precaria.
- ¿Te animas a
destacar dos o tres libros de poesía de 3600?
- Creo que hablar de “los mejores títulos” es relativo e
injusto. Sin embargo podría hablar de dos títulos que están entre mis
favoritos: Paninitaki, de Mauro Alwa,
que me gusta mucho por su unidad y el trabajo formal con el lenguaje que, creo,
es altamente sofisticado desde el diálogo entre el aymara y el castellano.
El segundo es Recetario
amazónico de Dios, de Nicomedes Suárez, un libro diferente y arriesgado en
muchas dimensiones.
- ¿Cómo ves el
panorama editorial actual? ¿Coincides en que es tiempo de las editoriales
independientes, “chicas”, alternativas, de las que persiguen otros objetivos
antes que competir con las gigantes transnacionales?
- Creo que la oferta editorial se ha diversificado en
nuestro medio porque imprimir de manera artesanal no es tan caro como en otros
países. Existen muchas editoriales independientes y gran parte dedicadas la
poesía.
Me parece que la gente joven se ha apropiado de los medios
necesarios para publicar y dar visibilidad a su trabajo. Sin embargo, hay mucha
oferta y muy poco rigor en el trabajo. Es importante darse cuenta de ello para
comenzar a ser más críticos con nuestra producción.
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Mariana Ruiz: “Editamos
el 24 % de obras de literatura infantil a nivel nacional”
- ¿En qué consiste tu
labor en el área Infantil y Juvenil?
- Primero en pre-seleccionar las obras que se van a
publicar, contactar a los ilustradores y supervisar el diseño, diagramación e
impresión de cada libro.
Lo que intento buscar en una obra es, fundamentalmente, la
sinceridad del autor; que tome en cuenta a su audiencia y no piense en impartir
lecciones o ser moralista; que su lenguaje sea ameno, asequible y legible; que
no descuide ni la ortografía ni la gramática porque éstas se aprenden leyendo y
no por la memorización de sus reglas.
- Imagino que en
estos dos años leíste muchos textos… muchísimos más fueron -seguramente- los
que descartaron que los que al final editaron. ¿Cómo evalúas, a partir de ello-
la situación de la literatura Infantil nacional actual?
- Según la Academia Boliviana de Literatura Infantil y
Juvenil, en 2014 en el país se publicaron 25 libros para este público, 22
novedades -de las que 3600 publicó cuatro- y tres reediciones, de las que
publicamos dos. Es decir, editamos seis de 25 libros, el 24 % de la producción
de un año.
Las propuestas presentadas en Bolivia intentan ser
atractivas e interesantes y hay excelentes libros para niños de todas las
edades, a los que todos los chicos y chicas deberían acceder.
- ¿Qué cualidades
debe tener hoy en día un buen libro para niños y jóvenes?
- Lo formal suma mucho. Si por razones de costos no se
pueden tener ilustraciones a color, la portada por lo menos sí debe ser
atractiva. Una buena narración puede hablar de todo, un lector suma
experiencias a través de sus lecturas.
Como lectores queremos tener aventuras, viajar, imaginar
otras vidas, divertirnos. La única diferencia entre un buen libro infantil y
uno para adultos es la extensión y el nivel de complejidad de las referencias.
El público juvenil marca la transición hacia la literatura universal, hay
clásicos que son para todas las edades y que resuenan mejor cuando su lector es
joven.