Las antologías de la Biblioteca del Bicentenario
El autor continúa difundiendo sus puntos de vista y sugerencias en torno a la BBB; esta vez respecto a quiénes deberían hacerse cargo de las antologías y obras escogidas.
Adolfo
Cáceres Romero
Además
de los libros individuales, las 200 obras de la Biblioteca del Bicentenario de
Bolivia se completarán con 42 antologías, de las cuales ocho o nueve son literarias;
además, habrá que escoger la obra representativa (obra escogida u obra
completa) de 39 autores.
En
ambas situaciones prevalecerá el criterio del recopilador. Gran responsabilidad
para éste. Nos preguntamos si será el Comité Editorial el que se ocupe de dicha
tarea. Entre los 35 expertos encuentro pocos nombres con la posibilidad de
llevar a cabo ambas selecciones.
Primero,
un antologista, aunque se guía por sus gustos
personales, debe ser sabio y cauto en su elección; esto quiere decir que debe
conocer muy bien su área de trabajo, y ya en mi anterior artículo señalé las
debilidades del Comité Editorial.
De
algún modo, la lista final de las 200 obras muestra su capacidad de apreciación
de nuestras letras. Desde luego que no quiero ser injusto con ellos, pues la
mayoría es gente valiosa y, precisamente por ello, muy ocupada. Entonces, los
vacíos pueden ser justificados, más por descuido que por falta de capacidad.
Nunca dudé de su idoneidad. Eligieron entre las obras que conocían; aunque no
las hubieran leído, confiaron en quienes les sugirieron algún título o autor.
Lo
que sí advertí es que no todos compartían su visión del momento actual. Es como
si todavía no se hubieran percatado de
que vivimos un tiempo de cambio, con la emergencia de una nueva clase.
La
era republicana quedó atrás. Herida de muerte con la UDP, el 85, año en el que,
al asumir su cuarto gobierno Víctor Paz Estenssoro, lanzó su diagnóstico:
“Bolivia se nos muere”, promulgando su célebre decreto 21060; la República agonizó
hasta la “Guerra del Agua”, en Cochabamba, para morir con la caída de Goni, el
2003. Ahora Bolivia es un Estado -esto
debe entenderse bien- Plurinacional. Lo cual implica no sólo la aparición de
una nueva élite dirigencial, sino también la irrupción de las etnias
originarias dispuestas a alcanzar
protagonismo político; desde luego que este fenómeno social no excluye
el aporte de las otras clases sociales. No hablo de razas, porque no hay
distinción entre ellas.
Algo
más, si nuestro Presidente indígena eligió el Tiwanaku y la Puerta del Sol,
para valorar su investidura, es porque, al igual que la wiphala, ese centro es
vital, no solo para desempeñar su mandato con el reconocimiento de todas las
etnias del país, sino para lo que significa el nuevo Estado Plurinacional,
llamando la atención del mundo sobre la Bolivia de hoy; entonces, no entiendo
cómo Tiwanaku –al igual que Machu Picchu- no fue declarado patrimonio de la
humanidad.
De
ahí que urge publicar las obras del olvidado arqueólogo Arturo Posnansky,
especialmente su Tiahuanacu: Cuna del hombre americano (1945); también me
atrevo a sugerirles el Diccionario de mitología aymara (2006), de Mario Montaño Aragón.
Los
campesinos –como los llamaban los terratenientes urbanos- ya no son objetos
pasivos y receptivos de la historia. Las mayorías que se hallaban en el piso de
la pirámide -como clase baja-, ahora son sujetos activos que poseen un nuevo
proyecto de vida. Saben que todos somos iguales en este Estado Plurinacional.
El único privilegio que consigue el boliviano de hoy lo logra con su capacidad
de trabajo, sin importar su género, color,
área o especialidad. Por si acaso, cabe aclarar que nunca fuimos un
“pueblo enfermo”, de ello debemos estar seguros. Arguedas, con mentalidad
positivista, nos juzgo más con la imaginación que con la razón.
Volviendo
a las antologías -aunque posiblemente no les importe a los organizadores-, me
atrevo a sugerir algunos nombres: Homero Carvalho es notable, con seis o siete
antologías en su haber, la última dedicada a Bolivia, vista por intelectuales
de dentro y fuera del país; también podría hacerse cargo de la literatura de
las tierras bajas.
Siempre
en el ámbito de “literatura y arte”, la literatura infantil y juvenil estaría
en buenas manos con Isabel Mesa Gisbert; su madre, Teresa Gisbert, podría
hacerse cargo de la literatura colonial; para el teatro boliviano tenemos dos
figuras: Apodaca y Willy Óscar Muñoz; para la literatura aymara: Juan de Dios
Yapita; para el cuento boliviano, contamos con Manuel Vargas y Martín Zelaya;
para la música, nadie mejor que Carlos Rosso o Alberto Villalpando.
Otro
antologador acucioso es Mariano Baptista Gumucio, que podría hacerse cargo del
ensayo y la crítica literaria, lo mismo que Mauricio Villena. Todavía estoy
pensando en el ámbito de las letras, donde para la poesía, tenemos a Eduardo
Mitre y a Mónica Velásquez.
Tanto
las antologías sobre “tradiciones, folklore y mitos”, como: “la tradición oral
en Bolivia”, podrían estar a cargo de Delina Aníbarro; Xavier Albó podría
hacerse cargo de la poesía quechua; en las otras áreas, de la antología de
estudios arqueológicos podría encargarse Juan Albarracín Jordán; para la
farmacopea kallawaya tenemos la obra de Oblitas Poblete; en fin, para el resto
de las antologías habría que lanzar una convocatoria y luego analizar las
propuestas.
El
problema sobre la parte de escoger las obras de varios autores ya es más
complejo, por ejemplo, con Cerruto, los organizadores consideran dos volúmenes;
probablemente uno para su poesía y el otro para su novela y los cuentos, cuando
podrían ir por un lado sus cuentos y por otro su novela Aluvión de fuego; en cambio, sus poemas pueden ser seleccionados
por Mónica Velásquez o Eduardo Mitre.
¿Pero
qué hacer con la obra de Santiago Vaca Guzmán? ¿Elegirán una o dos de sus
cuatro novelas?; luego, irá en un volumen su La literatura boliviana? ¿Y de su obra histórica? No puede faltar
su Derecho de conquista, vital para
comprender la problemática del mar.
¿De
Francovich, qué piensan escoger? ¿Sus obras de teatro o sus ensayos? ¿Ambas?
Entonces a no olvidarse de Los mitos
profundos de Bolivia. En cuanto a Augusto Guzmán, hay tanto por escoger,
entre su narrativa, sus estudios biográficos, literarios e históricos.
En
fin, habrá que esperar como salen de este ch’enko
los organizadores de la BBB, teniendo en cuenta que también deben elegir la
obra de José Antonio Arze, fundador del PIR, partido que propició el
colgamiento del Presidente Villarroel, el 21 de julio de 1946.
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