sábado, 21 de febrero de 2015

Etc.

Pesimismo y creación literaria


La influencia del universo personal e íntimo de un autor en su texto. Psicología, ontología y hasta política en la literatura.




Carlos Decker-Molina

“Me asusté, hasta los tuétanos, porque me di cuenta de hasta qué punto debía de haber progresado el emponzoñamiento provocado por años y años de odio, cuando incluso allí, en una pequeña ciudad de provincias, sus cándidos ciudadanos y soldados habían sido ya instigados de tal manera en contra del emperador y de Alemania, que una simple imagen fugaz en la pantalla era capaz de provocar en ellos semejante baraúnda”, relata el escritor austriaco Stefan Zweig en El mundo de ayer, su autobiografía.
Cuando fue a ver una película en una villa francesa, la aparición de la imagen del emperador alemán (era 1913) produjo un abucheo sin excepción.
Eran los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial y a pesar del rol de los intelectuales liberales y socialistas por la paz, la guerra se produjo. La literatura no salva a nadie de la tragedia y menos de la guerra, pero se alimenta de toda crisis, porque ésta actúa de espoleta creativa.
Al inicio de este año hemos sido testigos del asesinato de los caricaturistas de Charlie Hebdo y el lanzamiento de la novela Sumisión del francés Houellebecq, que no llaman precisamente al optimismo.
A pesar de la retoma de Kobani, enclave curdo, en Siria y el retroceso de los terroristas del Estado Islámico, la prensa informa que hay 300 mujeres euro/árabes enroladas voluntariamente en las filas del EI, mientras miles de niños gritan su frío y su hambre en los refugios de la ONU.
Mi intención no es tocar la política, pero ésta repta empollando pesimismo que, antes  de convertirse en guerra, debiera ser fuente de la creación literaria. Sin duda la mayor parte de la literatura es hija legítima de ese estado de ánimo porque suele alimentarse de la realidad y sus circunstancias.
El texto emerge como novela, crónica o relato y los personajes dicen cosas que no siempre son ideas del que escribe. Este proceso no es nuevo, hace recuerdo a la historia reciente y a la de antes de ayer.
Hay un  texto, escrito en papiro, que se conoce como “Diálogo de un hombre cansado de vivir con su alma”. Existe una sola copia y está fechada en la XII dinastía egipcia. Se trata de un individuo, desengañado y angustiado, que mantiene una disputa con Ba (su alma). El pesimismo suicida lo obliga a escribir.  

Mi sufrimiento es una carga demasiado pesada para llevarla.
He aquí que mi nombre apesta,
más que una cesta de pescado
en los días de pesca cuando el cielo arde.
¿A quién me dirigiré en el día de hoy?
Aquel que debería fustigar a los hombres por sus delitos,
hace que todos se rían a causa de su iniquidad.
¿A quién me dirigiré en el día de hoy?
Los hombres saquean.
Todos roban a su compañero.
¿A quién me dirigiré en el día de hoy?
El amigo íntimo es un criminal.
El hermano con el que uno se trata es un enemigo
¿a quién me dirigiré en el día de hoy?
Nadie es justo.
El país es controlado por malhechores.

La poesía traducida del papiro es tal vez el primer antecedente de la presencia del pesimismo en el texto poético y es, quizá, el prolegómeno del suicidio de su autor.
Pero, surge la pregunta, ¿por qué supongo que el autor es un suicida? Quizá es solo un reflejo de la época, puede que el uso de la primera persona sea para una mejor comprensión.
El pesimismo como caldo de cultivo de la literatura fuerza un producto que, leído con detenimiento, se convierte de todos modos en político y así surge un nuevo problema, pues hay quienes pretenden que no es dable mezclar literatura y política.
Dejo por un momento el pesimismo para referirme al segundo aspecto. ¿Cómo evitar la mezcla entre política y literatura? Vargas Llosa fue criticado por algunos periodistas suecos por su “machismo” (el feminismo -su contrario- es un pensamiento político) así como el noruego Karl Ove Knausgård autor de Mi lucha, un alegato en 6 volúmenes contra un padre autoritario, a quien Ebba Witt-Brattström, una escritora feminista, critica porque su personaje principal sojuzga a su mujer y “ese hecho no está bien, no es correcto”, es decir no está dentro de la corrección política del feminismo.
Knausgård en un ensayo sobre la literatura y la maldad se pregunta ¿Es que la literatura debe tener solo personajes virtuosos? El autor noruego, que ha vendido millones de ejemplares de su novela testimonial, sostiene que la seña fundamental de una novela es lograr una distancia entre el Yo del texto y el Yo de la persona que escribe.
Algo parecido respondió Vargas Llosa a sus críticos en Estocolmo. Es como acusar a Umberto Eco de pensar como Simone Simonini un antisemita, personaje principal de su obra Cementerio de Praga.
Y, ahora vuelvo al pesimismo, ¿se podrá acusar a Goethe por los suicidios que provocó su Werther? El confundir el Yo del relato y el Yo del autor es un aprendizaje más del lector que del escritor.
Este último tiene el desafío de asumir, como inspiración, el reto de la crisis/ pesimismo sin cortarse los dedos en las aristas políticas para no convertir el texto en panfleto. La presencia de la crisis o la guerra en la novela toca, tal vez sin querer, los márgenes políticos.
¿Cómo evitar que una obra -como la novela de Isaac Rosa, La  mano invisible, o la vieja obra de teatro de Ibsen, El enemigo del pueblo- tenga unos parecidos inevitables con la realidad política actual?, y ¿cómo hacer que el lector separe el Yo del texto con el Yo del autor? ¿Cómo evitar el suicidio de alguien que le da la razón al personaje de En la orilla de Rafael Chirbes?
La sociedad con sus pesimismos y sus optimismos seguirá alimentando a la creación literaria, por eso es importante separar, cuando se lee, la literatura del ensayo, de la historia y de los libros de referencia.
Pretender sociedades perfectas son ilusiones, las sociedades se alimentan del conflicto incluida la contradicción cotidiana del amor.
Las guerras y las desigualdades sociales están presentes; la miseria y la exclusión han vuelto a ser  comunes en Europa. Sin duda son viejas heridas sin cicatrizar a pesar de IPads o Galaxis, los nuevos  instrumentos de una virtualidad que dizque nos igualan.
El pesimismo, que campea en la actualidad en Europa, se expresará (así lo espero) en literatura de la buena, pero también de la otra. Así como no niego que el pesimismo se puede convertir en su opuesto y producir la guerra por el exceso de triunfalismo heroico.


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