Antes y después de la diáspora
¿Y qué de la literatura del tercer milenio? Texto que forma parte de la introducción del libro Búsquedas y presagios. Narrativa boliviana en el siglo XXI.
Martín Zelaya Sánchez
La identidad, pertenencia, compromiso, perspectivas,
obligaciones, responsabilidades, apatía, militancia de los escritores si las
hay, valen, se necesitan o no fue desde siempre, una larga carga y debate en el
universo literario boliviano; pero, ¿seguirá siéndolo? ¿Seguirán estos temas
desvelando a críticos, académicos y autores?
Virginia Ayllón se pregunta preocupada: “¿por qué deberíamos discutir ahora este tema que
se desarrolló con fuerza en las décadas del 60 al 80 del pasado siglo?”. “Espero,
en todo caso -se responde- que en el contexto nacional no se estén desplegando
tendencias de simpatía a lo que se llamó la “literatura comprometida”.
Desde hace ya algunos años -tres lustros al menos- al hablar
de libros y autores en Bolivia, se dice hasta el cansancio que literatura
política, literatura sociológica, literatura antropológica, y ni qué decir literatura
costumbrista, son ya conceptos superados, y se insiste en que no es necesario
ni hablar de ello, ni siquiera de la impronta de obras y escritores
tradicionales, y más bien, instan algunos a ganar tiempo en reflexionar sobre
la estética, las tendencias, las búsquedas personales de cada autor, las
temáticas individualistas, etc.
Interrogantes
Así, bajo la premisa de que revisitar el pasado ayuda a
entender mejor el presente y proyectar un futuro ideal, más de una docena de
especialistas, escritores y críticos analizan las confrontaciones entre las
diferentes tradiciones de la aún corta e incipiente historia de la literatura
nacional; identifican -si las hay- las confluencias, encuentros y desencuentros;
y de paso tratan de trazar, a partir de lo que se hizo en los últimos años, una
especie de bitácora y derrotero -a la vez- de cara a lo que vendrá.
De esta manera se organizó un encuentro literario hace ya
algunas meses en La Paz, y surgió, luego un libro –Búsquedas y presagios- que compila todas las ponencias escritas
para entonces.
Como era de esperar, antes que respuestas, el debate arrojó
aún más interrogantes: “¿Existe, en realidad, algo parecido a un horizonte
crítico, conformado por el establecimiento de nuestras formas particulares de
acercarnos a nuestra producción escrita? ¿Podemos darle alguna forma, una
figura más o menos delineada, alguna huella que nos permita un primer
acercamiento, a la actualidad literaria nacional? ¿O nos queda simplemente la
opción de leer un poco a ciegas, de movernos en un ambiente oscurecido, de
orientarnos por el tacto?”, se pregunta Sebastián Antezana.
Por su lado, el académico cochabambino Benjamín Santisteban,
en un ejercicio de hiperrealismo y escepticismo cuestiona: “¿identificar rasgos
comunes en la literatura actual? ¿Hablar de búsquedas…? ¿Qué son búsquedas,
cuáles búsquedas?”. En su criterio, este tipo de afanes o intereses -construir
a toda costa nociones, categorías o tendencias, agrupar por agrupar- merecen
cuando menos una postura de desconfianza.
Y si de negar taras o estigmas del pasado como solución o
garantía de renovación se trata, Willy Camacho es claro: “¿será que ignorar al
indígena, al cholo, al minero conlleva automáticamente una mejor literatura, o
ayuda a proyectar universalmente la narrativa nacional?
Por supuesto que este libro no tiene respuestas iluminadas
ni recetas infalibles. Ni siquiera hay, entre los invitados al diálogo,
consensos o comunión de ideas y deseos; eso sí, hay una saludable palestra para
ideas, propuestas e interpretaciones. Recogemos algunas:
-
A tono con los planteamientos deberíamos,
quizás, tomar en cuenta que los momentos históricos no definen la tradición,
que no hay literatura tradicional sino tradiciones literarias.
-
Queremos desmenuzar el presente y adivinar al
futuro, cuando poco o nada sabemos o nos interesamos, por ejemplo, en la
literatura del siglo XIX, más allá de Juan
de la Rosa. Asistimos a una triste bifurcación entre historia y crítica
literaria.
-
Hay, actualmente, un “haz de individualidades”
que ponen en situación expectable a nuestra narrativa; pero ojo, no es más que
una diáspora, una onda expansiva antes que el seguimiento de una ruta
determinada.
-
Si es válido encasillar geográficamente (“literatura
boliviana”, “literatura latinoamericana”), ¿por qué no puede darse una
clasificación o agrupación con otros tópicos?
Las posturas críticas, analíticas, en cierta medida
pesimistas, no impiden, no obstante, la identificación de características,
sesgos, o rasgos comunes en la producción literaria de estos primeros años del
nuevo milenio:
-
El lector boliviano demanda más fotografías de
la realidad que productos estéticos de la palabra.
-
Somos islas solitarias, independientes, a
diferencia de generaciones anteriores que tenían uno o más temas cruciales,
casi obligatorios.
-
Ante la falta de identidad predeterminada, o la
ausencia de rumbo claro, se recurre con inusitada frecuencia a la marginalidad
y la violencia como fuentes, temáticas y hasta supuestos modos de
vida-escritura.
-
Hay cuatro fórmulas recurrentes en los
escritores jóvenes de la actualidad, todas pueden expresarse mediante una
dualidad: amor-odio, paz-guerra, humanidad-deshumanización, vida-muerte.
(¿Acaso no son estos los fundamentos base de cualquier literatura en cualquier
tiempo?)
Conclusiones
No hay, en este compendio de ensayos y artículos, recetas ni
fórmulas mágicas para encauzar las letras bolivianas, decíamos más arriba, pero
quizás si conclusiones -previas, preliminares-, guías que pueden ayudarnos a vislumbrar
hacia dónde debemos apuntar.
Éstas, no obstante, no necesariamente son certezas, pues
bien pueden ser más bien incertidumbres:
-
Que los escritores bolivianos sub-40 escriban
solo sobre ellos, sus cosas, su mundo, sus obsesiones, y que cada vez menos,
los que sobrepasan a esta generación, recuperen algún viejo hito de la historia
o la vida política.
-
Que los que quieran romper con la tradición,
lejos de innovar se encasillen más bien en el grupo de los que no quieren ser
encasillados.
-
Que a los lectores les interese todo este álgido
debate, o simplemente, esperen buena literatura, más allá de dogmas y
tendencias…
-
“¿Que la literatura boliviana no comienza con
nosotros? -se pregunta Wilmer, como respondiendo a la vez a un cuestionamiento-,
claro que no. Pero veo que es un momento que no se puede desaprovechar”.
En fin… vale recuperar lo que escribe Willy Camacho: “el
desafío de la narrativa boliviana del siglo XXI no es tanto escribir sobre
temas universales, sino universalizar temas locales que, por falta de
compromiso literario, fueron vaciados de sentido en el pasado”.
Y también algo de Wilmer Urrelo: “toca mirar atrás, en todo
caso, ver a quienes están entre los 20 y 30 años ahora; y me toca a mí decirles
lo siguiente: no están inventando nada, ya todo está hecho, no cometan el error
que, me parece, cometió la generación biológica a la que pertenezco: creer que
estaban haciendo algo nuevo cuando eso no era cierto”.
Cerremos esta introducción con la lúcida lectura de
Sebastián Antezana: “hay, en la actualidad, muy buenos autores y libros
bolivianos, pero aún falta “EL” autor o “EL” libro que rompa esquemas, que
proponga una renovación, cuando no una revolución (…). Como todo momento de
diáspora, el que vive la narrativa boliviana contemporánea es un momento de
definiciones. Después de la dispersión llegarán seguramente algunas certezas”.