La escritura y sus fronteras
Una lectura más de 98 segundos sin sombra, la novela boliviana más reseñada de los últimos años.
Claudia Bowles
Olhagaray /literata
Por razones que no
viene a cuento mencionar, releo Las camaleonas, de Giovanna Rivero Santa Cruz, en su tercera
edición (la primera es de 2001 y esta de 2012, revisada) cuando me llega la
noticia de que 98 segundos sin sombra ya está en las librerías de Santa Cruz.
De los primeros
ejemplares que llegaron (100) compré el 98. Y si bien no soy muy de la cábala, me
arriesgué a pensar que “algo” tendría que ver este detalle.
Leí la novela en una
sentada. Lo primero que observé detenidamente, fue la ilustración de la tapa,
parte de una delicada edición. Si bien las portadas de varias de las obras de Rivero tienen un cuidado trabajo editorial, en lo que al diseño gráfico se refiere, esta marca
una diferencia por la sutileza que sugiere, sutileza que trasunta en la trama y
el lenguaje.
Una vez leída, y
como producto de otro impulso, tuve la sensación de que es una novela con una
temática que se reitera una vez más: las mujeres
y sus aflicciones, sus deseos, (los dichos y los no dichos), los vínculos
familiares en esto que es un pequeño pero intenso clan familiar, de ambigua
naturaleza matriarcal/ patriarcal (porque la figura paterna, aunque
profundamente descalificada, está y tiene una función).
Y todo ello,
narrado por Genoveva,
tras la “primera persona”, una adolescente a la que algunos lectores le
“ponen” más o menos edad de la que confiesa tener, y a la que consideran
buenamente típica por su afán de huir de una realidad insatisfactoria: huir
literalmente de “el culo del mundo” o por lo menos fugarse a través de la
literatura.
Hasta ahí, estamos
en el ámbito de los temas, de las preocupaciones, (sí, es
verdad, en cierto modo recurrentes) de la autora: la mujer y sus deseos; la
mujer y sus goces.
Por otro lado,
vinculando estas dos obras, me encuentro con un detalle por demás significativo
a mi juicio: en Las camaleonas, el
psiquiatra de la protagonista le instruye a ésta escribir… un diario. En 98 segundos sin sombra, las monjas del
colegio al que asisten Genoveva y sus compañeritas les “ordenan” escribir… (ya se imaginarán) …un diario, esta vez, al
estilo del de Ana Frank.
Y aunque no están en
guerra para escribirlo, como argumenta
(un) otro personaje, tendrán que hacerlo. Porque sin embargo, 98 segundos sin sombra es el relato de
una guerra interior del personaje central que hasta donde podemos intuir (por
ahora) se resolvería leyendo y escribiendo.
Los personajes de
las obras de Rivero han sido y son siempre lectores, de la más variopinta gama
de gustos y elecciones. En “el culo del mundo” (o Therox como prefieran) la
gente lee: la revista Duda, o tal vez
Selecciones, historietas, fotonovelas, novelitas de misterio o pistoleros.
Revistas de caricaturas… Los personajes leen.
Y este es el aspecto
que parece ser un tópico recurrente en esta autora, que habiendo escrito de
mujeres fatuas y mujeres ilustradas, mujeres carentes, relaciones veladamente
incestuosas, agresividad y abandono, partidas y desencuentros, siempre ha
mantenido una indirecta o sutil (en sus primeras obras) relación con la escritura
como acción sobre la que se reflexiona y
se apuesta, y ahora en esta última obra lo hace con claridad y convicción.
A hurtadillas, y en
un cuaderno (recuerdo ahora los cuadernos de colores de Abelardo Castillo que recientemente
se han transcrito para su publicación), se permite tal como ella misma lo dice
“…la construcción de una individualidad
femenina que tambalea, que es dolorosa”. [1]
Frente a la
imposibilidad de “ser” sobre la que se viene preguntando la narradora en esta
obra, dice:
“(…) Yo debería ser su hija o su
novia (de
Freddy Mercury). Ninguna de estas cosas es posible.
Mi
vida es la imposibilidad. La caca de Dios. Excremento sideral.” (P. 59)
Esta, que parece ser
una certeza más propia de adolescente, es en realidad la angustia existencial
de hombres y mujeres. De mujeres en particular desde la perspectiva de Giovanna
Rivero. Y de mujeres “que escriben” en este caso puntual.
Su cuaderno (que NO
es un diario, es un cuaderno) registra parte de su cotidianidad, hasta que
decide tomar la decisión que marcará su futuro. Esta cotidianidad que oscila
entre la normalidad convencional, el peso de las frustraciones familiares, está
a contramano de los deseos (aún no muy
claros) de la protagonista. Genoveva no sabe muy bien lo que quiere, (salvo
irse sin destino fijo), pero sabe lo que no quiere: permanecer. Permanecer
allí. Permanecer quieta.
“Beso la tapa dura de mi cuaderno. Nunca más
escribiré aquí. Todo está destinado al fuego”. (P. 174)
Deja el cuaderno, al
tiempo que deja su mundo. La escritura ha operado como un catalizador, pero
también como un elemento determinante para dar un paso adelante (¿adelante?,
¿es que hay un “adelante?). Su Maestro la inclina por la observación. Y cuando
pretende describirlo, dirá:
“(…)
no se me ocurre ahora ninguna metáfora. Estoy casi vacía. Las palabras me
estorban” (…) nada tiene sentido.
Porque finalmente, y
pese a nuestras certezas de que la escritura ha operado, siempre habrá algo que
la palabra no alcance a decir, siempre habrá un resto que no se puede
simbolizar. Siempre habrá algo indescifrable (un resto) en este caso los
calificativos para el Maestro Hernán. Y esa falta, llevaría a seguir
escribiendo. Que aunque escribir “en serio sea doloroso”, es
inevitable.
Y aunque la
escritura tiene fronteras, son tan imaginarias como las geográficas. Por eso
franqueables. A lo largo de los 18 fragmentos que componen el relato, la
imperiosa necesidad de “ficcionalizar” la cotidianidad ha logrado equipararse a
esos 98 segundos de felicidad sin sombra.
Como ha sido la
lectura de un relato sin sombras, que
marcará un antes y un después en la producción literaria de esta
escritora que ya no es más uno de los 25 secretos mejor guardados de la
literatura de América Latina.
[1] Giovanna Rivero Reoladed, Entrevista de
Marcelo Suárez, Diario El deber, 2009 citado en Ecdótica. (http://www.ecdotica.com/2009/11/20/tercera-edicion-de-las-camaleonas-de-giovanna-rivero/)
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