Crónica desde Alalay. Libros, música
y la sana costumbre de
la memoria
Un fin de semana en la X Feria Internacional del Libro de Cochabamba. La Guerra del Chaco como eje, motivo y pretexto; las principales editoriales kochalas, algunos libros y algo más.
Martín Zelaya Sánchez
Jenny Cárdenas entra al pub del centro cochabambino casi a
la medianoche. Lleva su guitarra a cuestas. Estuvo todo el día en conferencias,
conversatorios y ensayos, y hasta dio un recital con un pequeño ensamble de
Música de Maestros, pero, incansable, aún lleva su guitarra a cuestas Entra al
pub y canta.
Toca Al teniente Villa,
canta al menos media docena de temas más, y cierra, a pedido, con Infierno Verde. Y es que la charla
recurrente entre los tertulianos de la mesa -comandados por Luis “Cachín”
Antezana y luego la propia Jenny- es la Guerra del Chaco, el eje central de la
X Feria Internacional del Libro de Cochabamba en la que todos se dieron cita
horas atrás y de la que salieron juntos, bolsas de libros en mano, a continuar
la conversa iniciada entre los pasillos y salones del Campo Ferial de Alalay,
con el inmejorable aliciente -¡viernes al fin!- de un buen pique macho y sus
respectivas cervezas.
Desde el año pasado, cuando asumió la nueva directiva de la
Cámara Departamental del Libro de Cochabamba, René Rivera, su presidente, se
propuso que además de la exposición y venta de libros, de las presentaciones y
coloquios, “era necesario, para una mejor organización, proponer una temática
central específica de reflexión y conmemoración, siempre, claro, desde la
mirada literaria y cultural”. En 2014 fue la Guerra del Pacífico y este año, la
contienda contra Paraguay.
En pos de la memoria
Algunos podrán cuestionar que en un evento en el que el
libro y los escritores son los incuestionables protagonistas, se emplee tanto tiempo
y recursos en montar una serie de eventos sobre un tema histórico. Visto el
impacto que tuvo la idea en el primer fin de semana de feria, en este caso en
específico, estos argumentos no cuajan.
“Nuestra planificación parte de cuatro puntos básicos -explica
Rivera-: literatura, historia, educación y cultura. Es por eso que además de
presentar, comentar o debatir sobre libros, en este caso referentes a la Guerra
del Chaco, entre viernes y domingo hubo conferencias en las que expertos
abordaron este hecho desde las perspectivas histórica, literaria, social, etc.;
pero además, se montó un pequeño museo en el que se exponen algunas piezas
pocas veces disponibles para el público”.
En uno de los amplios pabellones del predio de Alalay, un
pequeño camión llama la atención apenas cruzar la puerta. Es uno de los cientos
de cacharros que a duras penas avanzaban en el monte chaqueño cargando
soldados, víveres y municiones. Alrededor, en dos amplias paredes, fotografías
y diagramas murales recogen la información básica sobre el conflicto bélico con
Paraguay y en un par de largos mesones, están dispersos uniformes y
equipamiento que el Ejército boliviano entregó a sus tropas entre 1932 y 1935.
La tarde del viernes, en una de las primeras “Conferencias
sobre la Guerra del Chaco”, dialogaron y leyeron sus trabajos Adolfo Cáceres
Romero, Mariano Baptista Gumucio y Homero Carvalho, tres conocidos hombres de
letras.
“Llorarás cuando mañana / ya de mí nadie se acuerde / porque
del Infierno Verde / solo Dios se acordará”, se escuchaba a viva voz, justo al
terminar el coloquio. Era Jenny Cárdenas que en la sala contigua empezaba la
prueba de sonido para el concierto que ofreció un par de horas después.
La cantautora y socióloga paceña fue una de las
protagonistas de la feria, no solo porque presentó la segunda edición (tapa
dura) de su monumental Historia de los
boleros de caballería, sino porque sus recientes investigaciones se dirigen
precisamente a la Guerra del Chaco. Antes de recuperar, interpretar y analizar
a fondo estos boleros que, aunque surgieron en la colonia, se asentaron
definitivamente en el imaginario nacional durante la guerra, Cárdenas trabajó
por varios años en indagar sobre la música en general que surgió con, por y
desde aquel conflicto con Paraguay. Fruto de ello son sus obras Música boliviana de la Guerra del Chaco
y Homenaje a una generación.
¿Qué es un bolero de caballería?, le preguntamos, y Jenny
responde: “es un género musical existente solo en Bolivia. Es una pieza musical
melancólica y lenta que -enraizada en una vertiente prehispánica, de yaravíes y
otra más criolla, de tristes- tiene una presencia principal en el repertorio de
las bandas militares de música”.
Historia de los
boleros de caballería, consta de dos libros: el tomo central en el que se
desarrolla la investigación, y el segundo en el que se recogen 30 partituras
para banda y 52 para piano, muchas de ellas reconstruidas por la autora. Pero
además, recogidos en CD, partituras y audio, con selecciones de discos de 78 y
33 RPM.
Además del libro, lo que llevó a Jenny a la Llajta fue,
claro, la oportunidad de indagar aún más en un tema en el que tanto trabajó, y de
paso difundir sus avances. “Di una charla sobre los boleros de caballería, en
la que destaqué su esencial rol, el anclaje que tuvo durante la guerra; di el
recital que gustó mucho a la gente, que en su mayoría conocía las cuecas,
yaravíes y tristes que cantamos con los muchachos de Música de Maestros, y
asistí a varias de las conferencias en las que hubo aportes muy
enriquecedores”.
Por los pasillos y
stands
Durante el primer fin de semana de feria, en ningún momento
dejaron de sonar por los altoparlantes las canciones de Jenny Cárdenas y,
algunos boleros de caballería. ¿Cuántos bolivianos mayores de 30 o 35 años
podrán evitar conmoverse al escuchar el Terremoto
de Sipe Sipe? No creo que muchos. Pero no hubo tiempo de nostalgias, había
que ver libros y asomarse de rato en rato a las presentaciones, coloquios y
debates.
Avanzando por los pasillos, el primer puesto ineludible es
el de Nuevo Milenio. En sus casi 20 años de vida, este proyecto encabezado por
Marcelo Paz Soldán logró un catálogo amplió pero sobre todo muy coherente y
sólido: rigurosamente planificado y equilibrado.
Punta de lanza desde los inicios hasta hoy es, sin duda, la
obra de Edmundo Paz Soldán, y prueba de ello es que una de sus grandes
novedades en la feria kochala es el nuevo libro de cuentos de Edmundo: Las visiones, “un libro de los que
llegan para quedarse, una colección de relatos sencillamente magistral”, según
escribió el crítico español Ernesto Calabuig. Otras de las novedades de Nuevo
Milenio son la segunda edición de La
doncella del barón cementerio, con la que Eduardo Scott Moreno ganó el Premio
Nacional de Novela, y Los regalos,
antología del Premio Municipal “Adela Zamudio” que en su reciente versión la
ganó Guillermo Ruiz.
En el segundo pasillo, ocupa un amplio espacio Los Amigos
del Libro, la legendaria editorial-librería que por varias décadas fue esencial
para las letras nacionales. Más allá de algunas novedades de editoriales
locales y del exterior, el fuerte de la oferta se concentra en tres anaqueles con
decenas de títulos publicados en los últimos 50 años. Hay verdaderas joyas como
Chaupi punchaypi tutayarka, de Carlos
Medinaceli; los tomos de la Obra completa
de María Virginia Estenssoro; El embrujo
del oro, de Adolfo Costa du Rels, etc.
A pocos pasos está el stand de Kipus, editorial
relativamente nueva, pero que en pocos años se hizo fundamental en Cochabamba y
cada vez gana más espacio nacional. Territorios,
razas y etnias en la novela boliviana (1904-1952) de Willy Muñoz destaca
como la novedad más atractiva. Es un ensayo del reconocido académico que
seguramente pasará a formar parte importante de la bibliografía ensayística
sobre la narrativa nacional. La edición se enriquece con un lúcido texto
introductorio de Cachín Antezana.
No hay que olvidar que además de incorporar a su catálogo a
autores como Mariano Baptista Gumucio, Gonzalo Lema y Ramón Rocha Monroy, Kipus
“pateo el tablero” en la escena de la literatura regional cuando hace cuatro
años lanzó el Premio Internacional Kipus que da un reconocimiento de 20.000
dólares, uno de los montos más altos para un concurso de este tipo en
Sudamérica.
Hay decenas de puestos más, muchas casas editoras locales e
independientes; como casi no ocurre en La Paz y Santa Cruz, los inquietos
autores cochabambinos promocionan su obra ellos mismos en sus propios
anaqueles, es el caso de Gaby Vallejo y César Verduguez, entre otros.
Figura
Cada año, la FIL-C rinde tributo a destacados escritores,
literatos o académicos. Este año los escogidos son Antonio Terán Cabero y Velia
Calvimontes. “Quizás, junto a Eduardo Mitre y Pedro Shimose, uno de los mayores
poetas bolivianos vivos”, comenta René Rivera sobre el primero, y “una exitosa
narradora que cautivó a generaciones de niños con sus novelas y cuentos sobre
Barbirusa”, agrega sobre la segunda.
Hay que concentrarse en el “Soldado” Terán, como apodaron al
vate cuando muy joven se incorporó a la segunda generación de Gesta Bárbara;
desde entonces, hace más de 60 años, nunca abandonó un sitial privilegiado en
la poética nacional.
Escribió
Gabriel Chávez Casazola: “No estaríamos, creo, muy descaminados si para
aprehender la poesía de Terán Cabero intentáramos un ejercicio y dijéramos de
ella que es apremiantemente serena, angustiosamente tierna, dolorosamente
gozosa, frágilmente densa o, violentamente dulce. O también viceversa, esto es:
serenamente apremiante, tiernamente angustiosa, gozosamente dolorida,
dulcemente violenta y densamente frágil”.
Jenny Cárdenas firmó, la noche del sábado 8 de octubre en la
sala Werner Guttentag del campo ferial, varios ejemplares de su Historia de los boleros de caballería
que acababa de presentar. “Este proyecto, tan complejo, que tanto tiempo y
correteos me costó, es el cierre a una obsesión de más de 15 años desde que
empecé a investigar la música de la Guerra del Chaco -contó poco después, en el
taxi rumbo al restaurante sabatino de turno (¡picante de lengua!, ¡Lapping!)-
pero más que todo es la manera con la cumplo una deuda que me impuse con mi
papá, excombatiente, amante de la música y a nombre de quien quise hacer un
homenaje a una generación”.
Entre medallas, discursos cívicos, rentas nunca justas y
demás… no se me ocurre mejor tributo que recuperar esta parte crucial de la
historia: la música, la literatura, la esencia de los hombres y mujeres que
vivieron y sufrieron el infierno verde. Por eso fue doblemente acertado el
enfoque cultural que la CDL de Cochabamba le dio a su mayor evento anual.
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Tres miradas sobre el
Chaco
En muy pocas palabras intentamos, a continuación, hacer una
síntesis de algunos de los aportes de los intelectuales invitados a las “Conferencias
sobre la Guerra del Chaco”, efectuadas en la FIL-C el pasado fin de semana.
Un libro en ciernes
Inquieto investigador y recuperador de arte y cultura como
es Mariano Baptista Gumucio ya tiene en manos el borrador del que será su
próximo proyecto literario. “Estamos gestionando la edición de un diario de
guerra que se mantuvo inédito desde hace ya más de 80 años. Es de René
Ballivián Calderón, un empresario y político paceño que publicó varios libros
pero nunca se animó a sacar su diario. El libro, que se llamará Tarairí. Diario de campaña de un combatiente
de la Guerra del Chaco, está escrito con una admirable prosa y cuenta
episodios muy interesantes, como un encuentro del autor con Busch, el drama de
los heridos y un homenaje a otro escritor paceño, caído en batalla, Alberto de
Villegas”.
Charlas conmovedoras
Confiesa Jenny Cárdenas que quedó muy conmovida con varias
de las conferencias, sobre todo con una en la que participaron militares y
especialistas paraguayos.
“Hemos visto una nueva manera de acercarnos al tema de la
Guerra del Chaco: la de la unidad y conciencia de que no solo nunca hubo
enemistad, sino que al final de cuentas, todos fuimos derrotados.
Han sido muchas décadas en las que tanto bolivianos como
paraguayos sostuvimos una idea de lo que fue la guerra, casi de una manera
repetitiva; sin embargo ahora se abre, a través del acercamiento entre ambos
países, un nuevo horizonte que nos conduce a reflexionar sobre los resultados
del enfrentamiento, con una clara enseñanza para que nunca, jamás, se vuelva a pensar
siquiera en otra posible guerra.
No hubo odio, sino similar sufrimiento, angustia y desesperanza.
Y ¿para qué?..., si en el presente el Chaco es el mismo: yermo, agreste, vacío,
abandonado. Apenas cesó el fuego -contó un militar paraguayo- en los campos
donde reinó el enfrentamiento, los combatientes de ambos bandos dejaron sus
trincheras para fundirse en abrazos”.
Desde las letras
Del texto que Homero Carvalho leyó en su mesa de coloquio,
destaca este breve fragmento:
“La guerra es uno de los temas recurrentes de la literatura,
y la del Chaco fue motivo de novelas, poemas, canciones, ensayos y cuentos
creados por escritores de ambos países. Entre los narradores se destacan dos,
uno paraguayo, Augusto Roa Bastos y uno boliviano, Augusto Céspedes. Ambos
fueron protagonistas de la tragedia.
Al término de la guerra, Augusto Céspedes con un grupo de
intelectuales, conmovidos por la tragedia y con un gran sentimiento
nacionalista, fundaron un partido político que años más tarde, en 1952,
realizaría la llamada Revolución Nacional que ejecutó la Reforma Agraria, y la
Nacionalización de las minas y concedió el voto universal entre otras medidas
revolucionarias”.