domingo, 3 de abril de 2016

El último mestizo

La importancia de decir no

A propósito de la decisión de Luis Bredow ante el Premio Eduardo Abaroa.



Manuel Vargas

Si Luis Bredow, hombre de teatro a quien solo conozco de vista, hubiera recibido callado el Premio Eduardo Abaroa que le endilgaron sin avisarle, a estas horas nadie hablaría de él.
Siempre se es más famoso “por la negativa”. Pero el sí y el no, no pueden ir separados, como muy bien sabemos los bolivianos. Si dices sí a todo, serás del montón y no llegarás lejos. A no ser que digas sí a la vida, y entonces ya no te importa el qué dirán. O sea no.
Siempre me acuerdo de un filósofo alemán que decía más o menos así: “El ser humano es el único que puede decir no a la vida”. Los animales, por ejemplo, siguen sus instintos y punto. Bueno, esto último ya no lo decía el filósofo alemán Johanes Hessen. Creo que hasta se lo estudia en el colegio.
Volviendo a don Eduardo, a mí me parece raro que el actual Gobierno le hubiera otorgado un premio, digamos por sorpresa. O sería un premio-sorpresa. Pero digamos que estas cosas pueden ocurrir en nuestro país-sorpresa.
El asunto es que cuando le avisaron, él dijo no, no quiero, y dio sus razones. Él quería ser un hombre libre y no quería comprometerse con nada de lo que signifique este Gobierno que otorga premios sin avisar. Y por eso, por el no, estoy yo escribiendo en estos momentos. Y por eso otros opinadores y periodistas comentaron sobre el asunto.
De todas maneras el Gobierno, o digamos el Estado, le hizo el favor de hacerlo visible, sin querer. ¿Cuántas otras personas y grupos y hombres y mujeres de todo el país han ganado asimismo el Premio Eduardo Abaroa? Yo no sé. O ya no me acuerdo. Pues del único que sé es del que dijo no quiero ese premio.
Inclusive, me animo a decir, si este actor y director de teatro no hubiera dicho no, mucha gente ni siquiera se hubiera enterado de su existencia y de la existencia del Eduardo Abaroa.
¿Por qué siempre Eduardo Abaroa? Y aquí viene el asunto, como quien dice “la madre del cordero”.
Me pondré un poquito serio. El Gobierno utiliza este famoso tema del mar para sus fines políticos, eso no es ninguna novedad. TODOS los gobiernos y TODOS los políticos han utilizado y utilizan el tema del mar para sus propios fines. Para marear la perdiz. Para sentirse bien, para ser políticamente correctos frente a la opinión pública, frente a sus gobernados, frente al mundo. Para mantener sus privilegios de poder.
El mar es saludable, es como darte un baño de bienestar y de corrección y de patriotismo. Para estar en la cresta de la ola -valga el símil-, tenemos que hablar del mar. Si estamos de capa caída, hablamos del mar. Tenemos que utilizar a ese liberal y ricachón, que en el lenguaje oficial actual sería un neoliberal, llamado Eduardo Abaroa.
Entonces, yo no creo siempre en esas cosas. Veamos nomás el lago Titicaca, por no decir el Poopó. Nuestras montañas son lo máximo, y se deshielan. Nuestros bosques… ¿cómo andan nuestros bosques? “No mar”, decía el poeta Cerruto, y yo lo saco de contexto. Podríamos emborracharnos de mar, acabar con el mar, ¿y entonces? No.
Cambio de tono, como las olas. ¿Cómo era? Ah, el Premio Eduardo Abaroa. ¿Es con be larga o con ve chica? Yo he ido a cerciorarme a la plaza Abaroa y está con las dos bes. Y he buscado en diferentes libros, e igual. Pongámonos de acuerdo por favor, comenzando con ese detalle.
Y para recuperar el mar, tenemos que utilizar a los artistas y creadores populares de todos los rincones del país. ¿Qué tiene que ver este famoso apellido con la creatividad y la sufrida y gozosa vida de los creadores bolivianos?
¿Cuánto dinero se gasta (gastamos, porque no es plata de los bolsillos de ningún político) para armar semejante espectáculo de esta anual y plurinacional premiación, aparte de la propia platita que llega a los bolsillos de los artistas?
Pues, no debe ser nada si la comparamos que lo que se fue a los corruptos de todos los pelajes.
Esto puede ser fuerte, pero no estoy descubriendo la pólvora. Todo político que se respete, actúa con una intención, mejor dicho, con una segunda intención. Si no tomamos en cuenta esta verdad como un mar, pecamos de ingenuos.
Pero desgraciadamente, somos ingenuos. ¿O demasiado sabios? Dicen que el pueblo siempre es sabio. Por ejemplo, cuando en una elección los resultados nos convienen. También dicen que si el pueblo se equivoca, luego se arrepiente. Como las olas: van y vienen. Veamos nomás a nuestro Presidente, dice sí, y dice no, y todos contentos.
Un político que se respete, o que respete su puesto, nunca debe decir que el pueblo es tonto (aunque lo piense, no debe decirlo). Le puede costar su cargo. O el descrédito. Pero, ¿en qué íbamos?
Sí, sí. Todo esto viene a que don Luis Bredow dijo no. Qué bien. No nos pongamos solemnes. Esto es la democracia. Hay que saber decir no en el momento preciso.
Por ejemplo en mi caso, muchas veces he dicho no, hasta en sueños, y no pasa nada. No se vale. Pero sigo considerando que decir no, es lo mejor que nos puede pasar a los seres humanos. Es una afirmación por la vida.


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