Ellas decidieron cuándo apagar la luz
El escritor español Ricard Bellveser inicia su colaboración –esperemos no ifrecuente- a LetraSiete con un comentario a una peculiar antología.
Ricard Bellveser
La poeta y editora Luzmaría Jiménez Faro ha
reunido en un volumen a 15 poetas, escritoras en español, que en un momento
determinado decidieron elegir violentar el instante de la despedida, penetrar
la noche, marcarse las rutas de lo oscuro y marchar hacia el lugar innombrado.
Hace apenas unas semanas que ha aparecido, de
su mano, Poetisas suicidas y otras
muertes extrañas, editado en Madrid por Ediciones Torremozas.
Se reúne a autoras que todas ellas “apagaron
sus vidas de forma trágica y, para nosotros, se afianzan en el transcurrir del
tiempo a través de su poesía e incluso con sus vidas”, como se indica en la
nota liminar a esta antología.
Son 15 poetas, pero muy bien podrían haber
sido muchas más. Se ha acotado, primero en su condición femenina, segundo en
que todas ellas, salvo una excepción, escribieron y publicaron en el siglo XX y
han dejado una honda huella en la historia de la literatura y tercero, que
fueron escritoras en español, y por lo tanto pertenecientes a nuestro ámbito.
Hay tres argentinas, la suiza argentinizada, Alfonsina
Storni, Alejandra Pizarnik quien en su diario señaló “¿el misterio más grande
de mi vida? ¿Por qué no me suicido? Es en vano alegar mi pereza, mi miedo, mi
futilidad”, y Delfina Tiscornia, una joven de carácter inestable que a los 20
años de edad se lanzó desde la azotea de su casa. No podremos imaginar hasta
dónde nos habría llevado su poesía.
Dos chilenas, Violeta Parra, tan unida a
Bolivia, el país que escogió su amado Gilbert para vivir, y que ella visitó una
y otra vez, tanto para actuar como cantante como para encontrarse con el hombre
al que amaba, por el que dio permanentemente gracias a la vida y cuya pérdida
fue el principio del final, y Teresa Wilms, nacida en Viña del Mar y una de las
biografías más novelescas de todas, muerta por ingesta desmedida de Veronal.
Dos españolas, Carolina Coronado que es la
excepción cronológica, puesto que, en razón, vivió y escribió en el siglo XIX, y
Paula Sinos quien, mediatizada por brotes esquizofrénicos, marcó su propia obra
en esta inestabilidad que le llevó al final arrojándose a las vías del
ferrocarril.
Dos peruanas, María Emilia Cornejo quien acabó
con su vida por sobredosis de barbitúricos y Martha Kormblith, nacida en Lima
pero que vivió toda su vida en Venezuela. Se lanzó desde un quinto piso a una
calle de Caracas.
Y una uruguaya, Delmira Agustini, que tuvo una
muerte bien enigmática, pues se citó con su amado Enrique Job Reyes en una
habitación de la calle Andes, trascurrida la tarde él la mató de un disparo y
luego se suicidó, allí los hallaron como dos amantes de tragedia.
Una costarricense, Eunice Odio, también vinculada
a Bolivia y a México -llegó a hacerse mexicana-, hasta que marchó a EEUU, donde
murió de forma misteriosa en la bañera de su casa; ella que amaba, sobre todas
las cosas, a la vida misma.
Una portorriqueña, Julia de Burgos, muerta en la Quinta Avenida de
Nueva York. Como no llevaba documentación, fue enterrada en una fosa común de
Hart Islanda con el número de cadáver 149.935, hoy su nombre titula un centro
cultural de esta ciudad.
Una nicaragüense, Clementina Suárez, nacida en
Juricalpa, Honduras, murió asesinada con brutalidad y ensañamiento, le
partieron los huesos y le destrozaron el cráneo en su propia casa.
Una colombiana, María Mercedes Carranza hija
del poeta Eduardo Carranza, conoció personalmente y en casa de su padre a los principales
poetas españoles de la generación del 27, y tras su muerte, ella acabó con su
vida a base de pastillas con whisky mientras leía un libro de su padre.
Y una venezolana de adopción, Miyó Vestrini,
admirada periodista, directora de “El Nacional”, que acabó con su vida
sumergida en la bañera de su domicilio, vestida y con tacones, con sobredosis
de Rivotril.
Se completa el inventario con un apartado in memorian donde se incluye a otras
cinco poetisas menos conocidas, con una obra no tan influyente pero no por ello
de menor interés.
La antóloga, Luzmaría Jiménez Faro es la
fundadora y directora de la editorial española Torremozas, especializada en
literatura femenina. Es albacea testamentaria de la escritora Carmen Conde,
heredera universal de la poetisa Gloria Fuertes y autora de Poetisas españolas. Antología general
(siglos XV al XX) en cuatro volúmenes, obra de referencia inesquivable
aparte de una apreciada obra de creación poética.
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