Aute entre dos hemisferios
Una reivindicación de los poetas no siempre considerados como tal. ¿Cómo no van a serlo los grandes cantautores?
Gabriel Chávez Casazola
A veces, cuando cae en mis manos uno de esos libros de
poesía inextricables, que parecen haber sido escritos, con toda deliberación,
para no ser entendidos o, más aún, para no significar siquiera -arrogancia del
signo vacío, desprovisto de sentido y de lector posible salvo algún iniciado, o
mera pirotecnia verbal del artificio- entonces me acuerdo con agradecimiento de
algunos poetas coloquiales que (re) aproximaron la poesía a la gente común y
corriente en la segunda mitad del siglo pasado -como Benedetti o Sabines o
Ángel González, despreciados por muchos de sus pares “cultos” y académicos-, y
recuerdo también a ciertos compositores que guarecieron a la poesía bajo el
alero de la música, preservando su antigua magia para el goce (o el
desgarramiento) de,los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Entre esos compositores ocupa un lugar especial el
filipino-español y casi ecuatoriano Luis Eduardo Aute, además (o primero,
cronológicamente hablando) pintor, también hombre del cine y poeta de
“poemigas” y “animalhadas”, pero sobre todo aquella voz ronca y envolvente que
a muchos nos ha acompañado desde hace más de cuatro décadas -en mi caso desde
los tempranos 90 en Cochabamba-, para recordarnos que es preciso y, es más,
resulta urgente reivindicar “el espejismo
/ de intentar ser uno mismo, / ese viaje hacia la nada / que consiste en la
certeza / de encontrar en tu mirada / la belleza”.
Acabo de anotar que Aute es “casi ecuatoriano” y lo
hice no solo porque su esposa haya nacido en Guayaquil y sus hijos tengan
sangre de la tierra del Cotopaxi, sino sobre todo porque él mismo acaba de
pedirlo.
“Háganme ecuatoriano”, ha dicho anoche, lunes 14 de
marzo, en el conmovedor homenaje que acaba de recibir en Quito, en el Teatro
Prometeo, en la inauguración del Festival Internacional de Poesía “Paralelo
Cero”, que le ha distinguido con su máxima presea: la estatuilla “Poeta de los
dos hemisferios”, publicándole además una antología de poemas y canciones
preparada y prologada por el poeta Xavier Oquendo.
En realidad, de la mano de Oquendo y del encuentro que
dirige hace ya ocho años, ha recibido el homenaje de decenas de poetas de Ecuador y de otros 15 países del mundo que
hemos querido reconocer su obra, no únicamente por su valor en sí misma; también
como contribución a la defensa de la poesía con el precioso manto de la
canción.
Como retribución de este gesto de cariño, nos ha bien
pagado con algunas de sus composiciones cantadas guitarra en mano y a la vieja
usanza. Haberlo escuchado cantar de esa manera y en ese entorno no tiene
precio. Es una de esas pequeñas grandes recompensas de la poesía. Y ahora esta
columna “autista” y apurada aquí se acaba, pues debemos darnos prisa: es que ya son las cuatro y diez.
Estoy de acuerdo contigo cuando dices: A veces, cuando cae en mis manos uno de esos libros de poesía inextricables, que parecen haber sido escritos, con toda deliberación, para no ser entendidos o, más aún, para no significar siquiera -arrogancia del signo vacío, desprovisto de sentido y de lector posible salvo algún iniciado, o mera pirotecnia verbal del artificio- entonces me acuerdo con agradecimiento de algunos poetas coloquiales que (re) aproximaron la poesía a la gente común y corriente en la segunda mitad del siglo pasado -como Benedetti o Sabines o Ángel González, despreciados por muchos de sus pares “cultos” y académicos...Súper importante esto!
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