[Algunas
consideraciones sobre
la Obra reunida
de Hilda Mundy]
Mundy,
qué duda cabe, es uno de los grandes re-descubrimientos de la literatura
boliviana de los últimos años; dos libros recopilatorios presentados hace poco
así lo reafirman. En estas páginas ya se publicaron al menos tres notas al
respecto y, abierto un interesante debate, presentamos ahora una lectura a
profundidad de uno de los títulos, a cargo del responsable y editor del otro.
Rodolfo
Ortiz
Una
puerta se abre llamando solamente desde su interior. Me sirvo de esta paradoja
topológica para ofrecer no una
reseña sobre el libro Obra reunida de
Hilda Mundy, quizás algo menos pretensioso, aunque sí necesario, un apunte o mejor
un punteo, diría, sobre una edición que considero (lamentablemente) imprecisa e
insuficiente. Intentaré desplegar esta afirmación utilizando algunos ejemplos
concretos, pues se trata, para decirlo en breve, de un trabajo de compilación
que al operar en la mayoría de los casos con fotocopias, y fotocopias de
fotocopias, pierde las señales de ruta del complejo “interior” de un archivo; a
saber, se atribuyen a la escritora textos que no figuran en las fuentes
originales mencionadas, o se prefiguran otros que sin duda corresponden a otros
autores, o bien, se infieren conjeturas a partir de fechas que se desconocen,
pero que existen y es posible rectificarlas con solo visitar los archivos apropiados. Sostengo que la obra de Laura Villanueva Rocabado
exige, quizás más que muchas otras, la atención a ese llamado interior, que en
su caso es un llamado disperso en muchos exteriores (sobre todo hemerográficos)
y que a la manera de su libro Pirotecnia
debemos también aprender a remendar y confeccionar, a ser vertiginosos y
rigurosos como ella misma, jugadora de abalorios.
También aclaro que estas líneas se escriben en directa
referencia y complemento a aquello que escribí en la Addenda al texto “Liminar”
de la segunda edición de Bambolla
Bambolla [cartas fotografías
escritos] de Hilda Mundy (de pronta publicación) y también como respuesta a los comentarios vertidos
por Rocío Zavala (compiladora de la obra que me ocupa) en el número 144 de Letra Siete (20 nov 2016). Deduzco que
Zavala escribió esta especie de credencial académica a raíz de un texto
comparativo bastante atinado que Virginia Ayllón publicó también en estas
páginas, en el número 142 (6 nov 2016), plus
ultra. Una respuesta, entonces, que trae consigo precisiones, acaso
enmiendas en tono de aporte al actual entusiasta lector de Hilda Mundy y,
claro, pasando por alto el autobombo de las palabras de Zavala a la hora de
justificar los derroteros de su trabajo.
1. Un
rápido cotejo (y recontracotejo, acotaría Ismael Sotomayor) hubiera bastado
para subsanar muchísimas lagunas y errores en la edición de la BBB, tomando en
cuenta que Zavala tenía en sus manos Bambolla
Bambolla en agosto, momento en el que aún no se había impreso la Obra reunida y cuando todavía se discutía
el tema de la inclusión de las diez fotos y algunos dibujos cedidos gentilmente
por los familiares de Laura Villanueva. Pero, se entiende, no debo entrometerme
en tales vericuetos, pero sí me permito mencionar, como lector, algunas
consecuencias producidas debido a esta dinámica esquiva e incomprensible, donde
primó la clausura o una especie de espíritu autonómico para nada favorable en
este tipo de trabajos mancomunados y solitarios al mismo tiempo.
2. Y
bien, me propongo hincar en un ejemplo concreto. En su “Estudio introductorio”,
Zavala refiere la siguiente afirmación: “…las crónicas Vitaminas, que bien
pudieron aparecer hasta fines de los años 40…”, y en nota a pie de página se desvía
hacia esta frase: “En una de las crónicas Vitaminas, se menciona el
cha-cha-cha, baile que nace a fines de los años 40”. Como era de suponer, por
el acento vacilante de la primera frase, la columna se presenta en la página
261 como un documento casi sin datos de referencia: “[sin fecha; núm. 6]”, se
lee, de donde comprendo que la consulta en las fuentes primarias de los
escritos de Hilda Mundy, en este caso Madame Adrienne, brilla por su ausencia.
La crónica a la que alude la nota a pie de página se publicó el 21 de marzo de
1936, en el número 16 del diario de la tarde El Fuego, donde Laura Villanueva desplegó sin más ocho voces únicas
(Jeanette, Pimpette, Merluza, Adrienne, Touchet, Kolonday, Michelin, Mundy).
Sin embargo, tales precisiones, enmiendas o como quiera llamárselas, demandan
una “referencialidad” editorial y archivística, antes bien que cualquier “heurística”
posible. En primer lugar, si leemos en las páginas directas de El Fuego, en esta columna Madame
Adrienne no escribe al final “cha-cha-cha”, sino “A-Cha-Cha”. Por lo mismo, la
fecha ya nos pone en figurillas; y no solo por lacrar al tango como un viejo
molde argentino, o situarlo como un “descansillo de escalera”, sino porque esa
danza favorable y cubana de nombre “cha-cha-cha” se forjó, según nos dicen
otras fuentes, más de diez años después. Revisando otras publicaciones de Hilda
Mundy, esta vez las del periódico longevo La
Patria, nos encontramos con un bellísimo texto del 6 de marzo del mismo
1936 (texto de hallazgo reciente no incluido en la BBB, ni en la 1ra edición de
BB), es decir, un texto casi sincrónico que aparece en la columna “Corto
circuito”, en la cual Hilda Mundy, además de proliferar en temas políticos y
urbanos (lo cual también contradice otras elucubraciones de Zavala), escribe
sobre la danza Carioca, un baile de “dislocaduras” y “aterrizajes” y “pasitos
de cinco octavos”, que acababa de adherirse a Oruro a través de la película Flying down to Rio (1933), que llegó con
el nombre italiano Carioca y se proyectó en el “Palais Concert” de la plaza principal ese mismo mes.
Bueno, ya es posible ir despejando la cosa: el Carioca y lo que llamó Adrienne
“A-Cha-Cha”, se atesoran en un ya cosmopolita y adelantado contorsionismo, más
del 1-2/1-2-3 que del cinco x ocho, ritmo que desde ya hace antesala al
cincuentón (“novecincuentista”, dice la visionaria) “cha-cha-cha”. Entonces,
concluimos que no es muy aconsejable conjeturar a partir de fechas que se
desconocen, mucho más si el derrotero de esta columna “Vitaminas” nace y muere
junto a El Fuego el año 1936.
3.
Imprecisiones en fechas hay, y muchas. Al azar cito cinco o seis casos: en la
columna “Brandy Cocktail” se fecha un texto el 7-12-1934 (cf. 155), no hay tal
texto con esa fecha en el ejemplar de La
Mañana; en la página siguiente se ignora el día de un texto fechado en
diciembre de 1934, ese día es el martes 11; lo propio en los textos fechados el
7-6-1935 (cf. 176) y el 10-8-1935 (cf. 188), que corresponderían al 9 de junio
y 10 de agosto, respectivamente; La
Retaguardia se publicó desde el 20 de febrero hasta fines de septiembre de
1934 (28 números), no así entre julio y agosto (cf. 143); y en El Fuego el barullo es mayor: el primer
texto fechado el 10-3-1936 (cf. 257), y que correspondería al número 10, no
existe en tal número, como el también inexistente que dice [sin fecha; núm. 2];
y más aún, la numeración de referencia que se va atribuyendo a cada texto de
este vespertino es arbitraria y por lo mismo incorrecta: donde dice [sin fecha;
núm. 1] (cf. 158) es en realidad el número 9, del 12 de marzo de 1936; o donde
dice [sin fecha; núm. 3] (cf. 259) corresponde en realidad al número 15, del 19
de marzo de 1936, etc., etc., etc.
Escuché
que la doctora Zavala está preparando un nuevo artículo en el que dará cuenta
de su investigación hemerográfica. Le estaremos muy agradecidos si incorpora en
él las fuentes específicas que utilizó para tales intervenciones. Agradezco que
el lector chille de alegría en la dedicación de cotejar, porque así Hilda Mundy
se le revelará transparente y, por qué no oscura, como siempre fue. (Me permito
el paréntesis pues habrá que reconocer que a raíz de estos apuntes vengo
colgado y oyendo cha-cha-chaes de toda índole, amarrado a un gritito misterioso
que irrumpe siempre, vaya a saber cómo y de maravilla; pues uno habrá de
sostenerse en el hecho mismo de pertenecer a ese gritito bailón para sopesar
estas notas ya amargas, por supuesto).
4. Otro
caso notable, por ejemplo, en El Fuego,
se refiere a la inclusión del texto “¡Excombatiente!” (cf. 252-54) y que sigue
a una sección anónima de nombre “Chispazos” (dicho sea de paso, sección que
sugeriría incorporar en otro tipo de publicaciones anónimas junto a una buena
cantidad de textos que es también posible rastrear en Dum Dum (ver punto 5)). El caso aquí es que “¡Excombatiente!”,
fechado el 10-3-1936, no figura en ninguna de las 6 páginas de El Fuego, que según fuentes originales
correspondería al número 7. El texto inicia con el subtítulo “Cuento del
martes”, evidentemente el 10 de marzo de 1936 fue martes, pero no hay tal texto
en esa fecha, y algo más, en esa sección de cuentos, que también la hubo en
viernes y jueves, publicaron casi siempre escritores extranjeros. En todo caso,
“¡Excombatiente!” quedaría como un texto suelto que haciendo el análisis
lexical respectivo dudaría en atribuírselo a Hilda Mundy.
5. El
caso de Dum Dum es serio y con esto
iré cerrando esta enumeración. En el cuadro comparativo que Virginia Ayllón
elaboró se lee que la edición de la BBB rescata 29 textos de este semanario
nocturno. No lo considero tan así: hasta la fecha se han encontrado los números
2, 3 y 4 (Zavala transcribió in extenso
los dos últimos, encontrados en el Dossier
de una de sus fuentes favoritas de fotocopias: el dossier del CDMAZ-CIDEM (cuyo
archivo hoy se halla desparramado en una oficina de la UMSA, dicho sea)).
Bueno, al transcribir e incorporar todo ese material, Zavala comete la injusticia
de no discriminar las voces de Laura Villanueva de aquellas otras, notablemente
otras, de sus irreverentes congéneres del periodismo orureño de los años 30, me
refiero a Juan José Ruiz Flor y Geo. Bernard Chopp (pseudónimo de Ernesto Vaca
Guzmán, quien dirigió El Fuego y
escribió textos colectivos, ácidos, con Hilda Mundy (alias Mademoiselle Touchet en ese su vespertino)). Hay pruebas
contundentes acerca de las matufias de ese trío, que operaba también en
colectivo y prodigando pseudónimos, no solamente en Dum Dum o El Fuego, sino
también en periódicos más timoratos como La
Patria, donde se encuentra, por ejemplo, el célebre “Aguinaldo de Navidad y
Año Nuevo a los niños malos…”, publicado a seis manos el 1 de enero de 1936 y firmado
por Chopp, Mundy y Ruiz Flor.
En Dum Dum, qué duda cabe, participa esta
“cooperativa de risas” en desopilante polifonía, donde sería desacertado atribuir
los textos de Tito Livio, Eryx, Kamon, Lutino, Hospes Hostis, Pedro, Vicker o
John a una autora, Hilda Mundy, quien con un estilo inconfundible escribía sus
abalorios con los nombres de Retna Dumila, Ana Massina o Motia Daguileff. El
asunto es delicado y no exento de ambigüedad, sin embargo, los riesgos al
asumir un criterio y no otro en un proceso de edición están también abiertos a los
nuevos derroteros otorgados por los lectores presentes y futuros. Ahí está, por
ejemplo, el Libro del desasosiego, cuya
historia editorial tiene muchas cosas que contarnos todavía. Pero ya
finalizando, diría que de los 29 textos de Dum
Dum que Virginia Ayllón contabiliza en la Obra reunida, 19 son anónimos (todos atribuidos por Zavala a Mundy,
aunque varios, como sugerí, suenen a notables trabajos colectivos), 4 textos de
otros colegas y 4 de la legión mundyana, y sí, 2 textos que habría que
contabilizar como comunes a ambas ediciones...
El
paciente lector habrá advertido que en la “Presentación” de todos los libros de
la BBB se anhela finalmente algo: que los futuros “estudiantes e investigadores
que sumergiéndose en el contenido de sus líneas y páginas (marcándolas,
subrayándolas, tomando o haciendo notas en sus bordes), las puedan procesar,
utilizar y transformar”. El libro Obra
reunida de Hilda Mundy garantizaría de antemano muchas intervenciones de
enmiendas y correcciones que prolongarían este impulso. Aspecto que no deja de
ser alentador, si pensamos en un proyecto bibliográfico estatal, masivo y accesible, que si bien se ha
trazado como meta el 2025, esperemos no vaya acorde a su visible derrumbamiento
político.
--
Fragmentos de la Addenda a la segunda
edición de
Bambolla Bambolla [cartas
fotografías escritos] de Hilda Mundy
Rodolfo Ortiz
Enmiendas y remiendos, habrá que reconocer, son pareja
inseparable en este mundo de impredecibles fantasmagorías. De ahí que este
libro no deje de proliferar en obscura maquinaria. Un libro multipunto, para
decirlo de alguna manera, exuberante, polifónico.
[…]
Los escritos de Laura Villanueva Rocabado (alias Hilda
Mundy, et al) incorporados en esta segunda edición se han transcrito de
fuentes primarias consultadas in situ (La Mañana, Dum Dum,
La Patria, El Fuego, Última Hora, La Nación),
excepto cuatro textos de Dum Dum que fueron rescatados de impresiones de
fotocopias (de fotocopias) de originales. Al respecto, vale la pena mencionar
que no se incorporó material anónimo alguno presente tanto en El Fuego
(la columna “Chispazos” quizás sea la más atribuible a esta escritora), como en
las páginas de la “cooperativa de risas” Dum Dum. En el caso de esta
última, encontramos textos escritos de manera colectiva (algunas veces), quizás
también imitativa (existen casos desopilantes de mímesis en este y otros
contextos periodísticos de Hilda Mundy) o simplemente escritos por sus anónimos
y aliados cooperativistas, quienes a su vez firmaban textos con pseudónimos de
aire “clásico” como Tito Livio, Kamon, Eryx, Hospes Hostis…, o sencillamente
“pedestres” como Lutino, Vicker, Pedro o John. Dum Dum es una
publicación admirable y fundamental que a todas luces merece una edición
facsimilar. Esperemos que el insomnio de sus cinco números y el áspero rumor de
sus dos meses de vida puedan ser recobrados en su totalidad algún día.
[…]
¿Qué
ha pasado en esta segunda edición? Pues bien, numéricamente, 80 páginas en
remiendo “expansionista”, que traen a su vez 76 textos y 5 nuevos nombres que
se suman a la legión: Dina Merluza, Michelin, Dora Kolonday, María “Motia”
Daguileff y Mademoiselle Touchet. En el
nuevo “Mapa Mundy” por ende, el lector advertirá -además del hallazgo notable
de 28 textos de la columna “Corto circuito” de La Patria (más uno)- que Dum
Dum y El Fuego se constituyen en zonas polifónicas, heterogéneas,
sin duda multiseriales, donde Laura Villanueva
Rocabado despliega abiertamente una escritura proliferante. He intentado intervenir en tal pluralismo con una
serie de notas que se rearticulan a las antiguas, a su vez reajustadas y
enmendadas. Por su parte, la sección
bibliográfica se vio también favorecida a plan de adjuntos que van hasta el
último día del año 2016, así como un manojo de erratas y deslices fueron
cuidadosamente enmendados, siempre sobre la mesa de disección, el paraguas y la
maquinita de coser.